martes, 10 de noviembre de 2009

Un astronauta medio es mucho más inteligente que yo.

Han sido unos años de reflexión viviendo en esta casa de hojalata. Frente al mar parece que todo queda más despejado, incluso cuando hay tormenta y se borra la linea entre agua y cielo, confundiéndolos absolutamente.

Mi casa de hojalata también tiende a confundirse en los días de tormenta. Tanto gris, tan lejos de la ciudad. Hay días en que el estado de ánimo se empeña en perseguirnos hasta en las formas más absurdas e inusitadas. No me gusta el romanticismo del diecinueve, ni la opacidad de las ciudades. Son igual de ridículos.
En mi casa hace frío en cuanto acaba septiembre. Mi sillón de felpa vieja coge más humedad a partir de entonces y a mi me cuesta encontrar abrigo que ayude a espantar los escalofríos que van de dentro a fuera, garantizando así una sensación homogénea de entumecimiento. Al sillón le han salido agujeros, pequeños herpes de vacío que lo desfiguran o sólo lo transforman, algo menos negativo, aunque no menos dramático. Si supiera coser le daría puntadas allí donde la felpa se ha dejado ir por agotamiento, dejando escapar esputos, flemas de esa gomaespuma amarillenta o amarronada que con el tiempo se seca y se hace polvo al aplastarla (no así cuando está fresca, cuando aún es flexible como un niño y resulta imposible romperla en pedazos, se resiste más que el chicle. O que los niños). Supongo que si no actuo el sillón acabará convertido en restos de felpa sin relleno, una dura superficie de madera cubierta por jirones de falsa piel usada.

Llueve todos los días desde que acabó septiembre, y si no llueve el cielo se inventa la niebla para molestarme aún más. Mi casa de lata acusa cada día, cada lámina de agua más o menos sincera. La acusa con marcas de un marrón que para ella es mortecino y que poco a poco la va diferenciando del paisaje celeste, acercándola a la tierra oscura sobre la que descansa. Si fueramos intrépidos saltaríamos juntos, hacia arriba o hacia abajo, poco importa, un gris es reflejo del otro y nada más. Saltaríamos en un despegue sin precedentes, en una Incursión Intrépida, con la nave llena de palabras que empiecen por "i", que den cuenta de nuestro valor nada oxidado. Dejaríamos atrás esas exigencias tan elitistas de la NASA, que jamás permitiría a un hombre como yo salir del planeta, ni a una nave como mi casa pasar el primer control de resistencia.

Cada paso aquí parece el producto de un examen aprobado, sin lugar para esas exigencias de las que "todos los demás" parecen capaces, pero que para nadie llegan, o al menos no en el momento y la medida justa.

Esta noche preparo unos huevos fritos sobre esta sartén que bien podría haber servido de escudo para entrar y salir de la atmósfera varias veces (está casi tan desfondada como el sillón, mucho más negra, más tozuda en su empeño de cubrirse por una costra carbónica que la protege de mis envites nocturnos). La cocina mínima es un caos después de acabar de cenar, como cada jornada, y yo me pregunto cómo puede uno soportar, durante el viaje espacial, el hecho de que todo lo no limpiado ande danzando por el aire, como pequeñas moscas borrachas hechas de restos de uñas, de pegatinas con precios arrancadas de los libros (cuando se llevan la primera piel de la cubierta del libro, dedico cinco minutos a maldecir al vendedor, invariablemente), de ramitas que mantenían a los tomates unidos como siameses, de pepitas de manzana y trozos de papel doblados con un chicle usado en su interior (regalo sin destinatario).

Y entonces me digo que los viajes a la Luna o simplemente los paseos alrrededor de esta tierra tan decepcionante (no siempre, aunque casi sí), no son para mi ni para esta casa. Pienso que nuestro valor no es menos por ello, este marco y esta vida bien valen el respeto de los astronautas. Ellos no aguantarían tantos años frente al reflejo de ese universo al que ellos (no pueden evitar jactarse al respecto) se han acercado muy poco más que yo. Sus huesos no aguantarían allí lo que esta casa soporta desde que terminó este verano, y todos los anteriores.

miércoles, 21 de octubre de 2009

cucaracha Yago/ cucaracha sociable y falsa

Si tenía que ser así...

Lo dije con poca convicción, sin convencerme ni a mi misma ni a los demás. Alfredo contestó que sí, que en verdad me encontraba ahora en la mejor situación dadas las circunstancias y poco le faltó para añadir (tal vez lo hiciera) que en realidad era muy afortunada. Los demás asintieron a sus palabras y disintieron de mi estado de ánimo, moviendo sus cabezas con una mezcla de atención pasiva y balanceo propio de esos perros de plástico que no todo el mundo puede permitirse colocar en el salpicadero del coche.

Era una de esas semanas en las que todo lo que puede ir mal, va peor. En que para terminar de hundirnos, las nimiedades más exasperantes se empeñan en obligarnos a prestarles una atención inmerecida: un billete mensual de metro que se estropea cada dos días. Un tren que se echa a dormir entre parada y parada, sumiéndonos en una desesperación que no hay forma de canalizar mientras el vagón permanece parado durante minutos eternos dentro de un océano de oscuridad, de cables gigantes y sucios, tan sucios. Un director al que cada día, cada ensayo, parecía convencerle menos mi falso Yago, y ¿por qué debía interpretar a un hombre?, por ese rizar el rizo de las feministas que no aceptaban actrices/hombre, es decir, actores, pero que no dudaban en contratar a un hombre/hombre para dirigir a las que daban la cara (se plantearon no permitirle salir a escena en caso de que la obra obtuviese todos los aplausos esperados). Una crítica que en cuestión de días pasó de ser destructiva a ser una ausencia total de atención.

Aquello eran pluses, un entorno que me acompañaba, poco más. El drama recogido por espejos en los que se reflejaban sus hermanos pequeños, o sus clones deformados en miniatura, con cabezas más grandes, manos diminutas, columnas vertebrales torcidas y corazones algo más puros, o menos enrevesados. Si esos enanos tan molestos hubieran sido por si mismos, sin lados de ningún espejo, tal vez me habría quejado en el mismo tono a mis amigos de ellos, pero los habría olvidado al llegar a casa, con una copa de tequila (nota de carácter) y un breve repaso a mi papel (cada día más breve, el papel y el repaso. Yago empequeñecía también para avergonzarme por mi fracaso).


...

continuará cuando tenga otro minirato tranquilo

...

lunes, 28 de septiembre de 2009

y se fue...

Nada más entrar le azota un olor a pánico extinguido, a batalla perdida con víctimas que nadie se ha molestado en recuperar del campo, que llevan casi una semana pudriéndose ante la indiferencia de todos. El sentido del olfato le lleva primero hasta el salón donde le recibe una nube de moscas apostada sobre la mole del cadáver de la tortuga. Empieza a gritar el nombre de Audrey mientras se cubre la nariz y la boca con un pañuelo impoluto. Camina de salón en salón conteniendo el impulso de correr gracias al miedo, vuelve al pasillo, pasa por delante del baño sin mirar dentro, pero en el dormitorio no hay nadie y vuelve atrás. Por fin empuja la puerta del baño con un pie y la encuentra rígida y gris sobre el mármol. La sangre del pie está completamente seca, pero una mosca se afana en lamerla. Otra camina por su pelo como quien recorre orgulloso un terreno que acaba de adquirir para plantar hortalizas. Alfredo intenta espantarlas, la del pelo se va, pero la del pie se queda para seguir emborrachándose con la sangre caducada.

domingo, 27 de septiembre de 2009

a Audrey le quedan dos telediarios...

La gotera del baño ha cavado un orificio en el que se ahoga el sonido de los suicidios de las gotas. El polvo va asentándose sobre los cuerpos fríos de los últimos habitantes.

martes, 22 de septiembre de 2009

cucaracha cosmopolita

Hoy también corría una brisa muy fría al salir de casa. Hace días que el tiempo cambió, pero aún no me he decidido a sacar el abrigo por la mañana. Siempre odié el verano y sin embargo este año me cuesta despegarme de la ropa liviana y el espíritu relajado de las mañanas cálidas.
Cada día cuesta un minuto más despegarse de las mantas y cinco decidir la ropa que será más apropiada, para el trabajo y para el clima. Estaría bien ser uno de esos niños de uniforme, arrastran mochilas con ruedas y pisotean charcos como si todos fueran el mismo.

Hoy he decidido ser también la misma a los demás, es decir, no ser nadie. He metido el brazo en el armario y he sacado una blusa blanca que me regaló mi ex, una falda por debajo de las rodillas y medias de monja. Al mirarme en el espejo casi no podía reconocerme, parecía una enorme cucaracha acosando a un cuarto lleno de orquideas y colores alegres en las estanterías.
Al salir de casa mi complejo de cucaracha se ha ido disolviendo con mis zancadas cortas camino del tren. Mucho antes de llegar a la estación había conseguido hacerme invisible, como un super héroe espiando a los tiburones de Wall Street, transformado en algo parecido a ellos, pero que nadie ve.
Un par de mujeres con tacones han estado a punto de taladrarme el dedo gordo del pie, las he esquivado sin que me sintieran, después un hombre ha chocado contra mi y su carísimo café triple se ha derramado manchándole un poco el pantalón. No me ha dicho nada, parecía creer que había tropezado consigo mismo, incluso se ha dicho "mira que eres imbécil Sebastian". Dos metros más adelante he tenido que girar 45º para coger la calle ancha que me lleva al tren express y un viento helado me ha sorprendido mientras repetía en mi cabeza "Sebastian, Sebastian, Sebastian".
Entonces he pensado en el invierno en el bosque, en los lobos andando sobre la nieve, en ese libro que habla sobre el último invierno de un lobo y me he preguntado si una cucaracha puede convertirse en lobo, aunque sea uno viejo. Si el esqueleto externo puede meterse para dentro y sacar una piel suave y peluda para sustituirlo, un aspecto más majestuoso, más poético y ajeno a los Sebastianes de mi ciudad.
No me entiendan mal, adoro el nombre de "Sebastian", pero pienso que para sobrevivir al frío y al riesgo diario de aplastamiento en el camino al trabajo, deben de ayudar más una piel tupida y una fila de dientes afilados.
Aunque sólo sea para darle a uno más confianza en si mismo y para no tener que dedicar tantos minutos cada mañana a despegar mantas y elegir vestido

domingo, 2 de agosto de 2009

Una cuestión semántica?

Hace poco he visto que un buen amigo se hacía eco de la reivindicación de la palabra "matrimonio" para referirse tanto a uniones entre del mismo como de distinto sexo. Normalmente no escribo sobre cuestiones sociales ni políticas en el blog, pero este es un tema que me ha llamado la atención porque llega hasta la RAE.

La reivindicación que apoya mi amigo es precisamente que se cambie la definición que la RAE da del término matrimonio. He consultado la web http://www.rae.es/ y esta es la definición actual:

matrimonio.
(Del lat. matrimonĭum).
1. m. Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales.
2. m. En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia.
3. m. coloq. Marido y mujer. En este cuarto vive un matrimonio.
4. m. P. Rico p. us. Plato que se hace de arroz blanco y habichuelas guisadas.

Preciosa la última, mucho menos polémica que las otras y mucho más apetecible a mi entender.
Evidentemente la definición actual no abarca las uniones entre personas del mismo sexo. Por primera vez desde que empezó este debate con los cambios en el Código Civil (soy consciente de que las reivindicaciones vienen de antes, pero pongo el cambio jurídico como punto de partida de un debate social abierto, desde que la sociedad española realmente se ha parado a pensar sobre el tema), por primera vez, digo, soy capaz de expresar mi punto de vista, que en realidad ha sido siempre el mismo, aunque antes no supiera ponerlo por escrito.

En resumen, lo que me hace pensar todo esto es: ¿qué más da? ¿realmente este detalle semántico es tan importante? Tanto para los que apoyan el cambio como para los que lo rechazan, tanto para los que se aferran a esta definición (evidentemente ajena a la realidad actual), como los que reivindican el cambio de un concepto que, efectivamente, es muy antiguo y se refiere a una forma de convivencia que en el fondo tampoco tiene mucho que ver con la que se da ahora en las familias.

¿Por qué los gays, lesbianas y transexuales quieren ser parte de esa idea de "matrimonio"? En una entrevista Karl Lagerfeld (homosexual) se hacía la misma pregunta ¿por qué derrepente los homosexuales quieren participar de esos ritos? ¿No hay mil formas de vivir en pareja, de formar una familia si se desea, de disfrutar del mismo estatus legal? ¿Entonces qué más dará el sustanivo que se le aplique a esa forma de convivencia?.
Lo mismo digo para el otro lado: ¿acaso no son mutables los significados de las palabras? ¿acaso no existen las lenguas para dar sentido a lo que vemos a nuestro alrrededor? Si el lenguaje es una herramienta para el humano, debe ser tan flexible y mutable como queramos.

El término "matrimonio" no me parece tan sagrado, ni tan importante como da a entender este debate. No está en juego el honor ni de unos ni de otros; no se "ensucia" la identidad de nadie por cambiarlo ni tampoco por no hacerlo. Hoy recordaban en las noticias a los últimos romaníes que asesinaron en el campo de concentración de Auswitch en 1944. Puedo entender que para sus descendientes sí haya palabras que aún causen dolor, y que en casos así, lo mejor sea tener mucho cuidado y respeto por lo que ellos consideren palabras ofensivas y adecuadas.

Pero el matrimonio... ¿realmente define la libertad o el respeto que se tiene a unos u otros?

sábado, 25 de julio de 2009

Libros a medio leer para acabar este verano

1. 2666: Lo compré en la feria del libro, lo empecé a leer... pero acabo una primera parte dedicada a la búsqueda de un escritor alemán, comenzó otra distinta y me despisté un poco... hace poco le volví a dar un bocadito y parece que sigue fresco, volveré a la carga más adelante.

2. Estambul (de Pamuk): Lo empecé por tercera o cuarta vez, me hizo volver allí, alejarme de aquí, pensar seriamente en trasladarme... pero llegó un día aburrido en la oficina, lectura por internet de algunos artículos serios sobre literatura yyy.... recordé que hacía muuucho que tenía pendiente a faulkner! Ah!

3. Absalón! Absalón!: Si... Faulkner al fin! Los primeros dos días casi no lo aguantaba, pero la historia se fue tejiendo con una delicadeza que necesita ser observada con atención. La verdad es que no habría acabado hasta terminar, no debería!! pero ocurrió algo...

4. Harry Potter and the deathly hallows: charaaan!!! Increible, después de Faulkner sobre todo, no? Pero a veces viene muy bien regresar a Hogwarts y recordar aún se puede coger una escoba y volar por encima de Europa...

Los dos últimos libros me han llevado muy lejos de Madrid, supongo que serán los primeros que acabaré este verano, de ahí iré hacia atrás, siempre salpicando los días con poesía (viva Sylvia Plath!!!) y puff... econometría y macroeconomía.

5. La montaña mágica: siempre está ahí, y estará durante muchos años. Con él no hay prisa, no la ha habido durante los últimos años y no la habrá en los siguientes.


Si alguien sigue rondando por aquí y ha leido alguno, que comenteee!!!

jueves, 2 de julio de 2009

Lord Byron

Al cumplir mis 36 años

¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?

Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.

Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.

Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?

¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá

Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!

Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.

¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.Y está bien.

Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.

Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.

Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.

Versión de Enrique Álvarez Bonilla


On This Day I Complete My Thirty-sixth Year
’Tis time this heart should be unmoved,
Since others it hath ceased to move:
Yet, though I cannot be beloved,
Still let me love!

My days are in the yellow leaf;
The flowers and fruits of love are gone;
The worm, the canker, and the grief,
Are mine alone!

The fire that on my bosom preys
Is lone as some volcanic isle;
No torch is kindled at its blaze—
A funeral pile!

The hope, the fear, the jealous care,
The exalted portion of the pain
And power of love, I cannot share,
But wear the chain.

But ’tis not thus—and ’tis not here—
Such thoughts should shake my soul, nor now,
Where glory decks the hero’s bier,
Or binds his brow.

The sword, the banner, and the field,
Glory and Greece, around me see!
The Spartan, borne upon his shield,
Was not more free.

Awake! (not Greece—she is awake!)
Awake, my spirit! Think through whom
Thy life-blood tracks its parent lake,
And then strike home!

Tread those reviving passions down,
Unworthy manhood!—unto thee
Indifferent should the smile or frown
Of beauty be.

If thou regret’st thy youth, why live?
The land of honourable deathI
s here:—up to the field, and give
Away thy breath!

Seek out—less often sought than found—
A soldier’s grave, for thee the best;
Then look around, and choose thy ground,
And take thy rest.

domingo, 28 de junio de 2009

alfredo y toto... en Cinema Paradiso

La mejor manera de explicar la pasión por el cine, abrazando tiras de película cortadas!

Véanla si no lo hicieron antes, Cinema Paradiso...

miércoles, 17 de junio de 2009

meditteranean tale

Amanece en Tánger con el canto del almohacín llamando a la oración. Adita se viste con un camisón breve después de una noche calurosa desnuda sobre una cama, que ha cubierto de lágrimas entre sueños. Cuando se lava la cara, el espejo le devuelve una imagen familiar detrás de ella, contiene la respiración, se queda quieta un minuto observando la figura que la acompaña a través del espejo y al fin se decide a volverse.

- Cariño… creía que ya no estabas.
- Ya, yo también lo creía, pero aquí estoy. ¿Se me nota demasiado?
- Apenas amor, apenas… todavía hueles a ti, los ojos te brillan casi igual. Ven, sí, tus besos son igual de buenos.
- ¿De veras? Yo casi no lo siento. Bueno si, siento como si fueran un recuerdo. Mira, te toco ahora mismo y en lugar de sentirlo, el tacto se convierte en el recuerdo de cuando solía tocarte así.
- Amor, qué cosas más raras dices…
- También te quiero como en un recuerdo, como si no fuera ahora.
- Me quieres hacer llorar, y no voy a llorar.
- No Ada, sólo te quiero hacer comprender… empiezo a oler mal, no debería estar ya aquí.
- Deja de decir tonterías, hueles tan bien como siempre, tal vez un poquito más, pero sólo es más de ti.
- Ada, ni si quiera sé cómo he llegado hasta Tánger. Tampoco sé qué haces tú aquí, lo que sé seguro es que con este calor me descompondré en cuestión de horas. Así que niñita, tenemos que despedirnos de una vez…

Ada se coge la tripa y mira a su alrededor, como si quisiera esconder algo que ha quedado a la vista, pero no se mueve. La habitación huele a flores secas, sobre la mesilla hay dos vasos de agua a medio beber y una revista de moda americana.

- ¿Dónde quieres pasar el día amorcito?
- Entre tus brazos Ada, déjame abrazarte… otra vez, me veo en aquella playa de Elba, contigo acurrucada como ahora, respirando muy profundamente. Parecías tan pequeña y al mismo tiempo tan… importante, lo más importante de mi vida. Siempre fuiste tú, y cada uno de esos días en la costa italiana fue lo más real que viví.
- Sí, lo fue. Yo no sabía que se puede ser así de feliz, por eso me extrañó tanto que desaparecieses cuando volvimos… y que volviéramos, ¿por qué Nicolás? Creía que habíamos decidido quedarnos allí, no era una locura, teníamos planes, tenían sentido…

A Nicolás se le escapa una lágrima del ojo izquierdo que resulta ser sangre, evita que Ada la vea limpiándose rápidamente la azulada mejilla. Tiene que contenerse para no romper a llorar sangre violentamente.

- Ada… Yo quería, sabes que quería quedarme allí, pero tenía algunas obligaciones en Madrid que no pude eludir. No te lo dije entonces porque creía que era algo que había salido de mi vida. Estaba casado, divorciado. Tenía un niño que mi ex-mujer no me dejaba ver, llevaba años sin saber de ellos, sin saber dónde estaban y llegaste tú, me devolviste a la vida y justo entonces reaparecieron. Mi hijo había enfermado, podía ser muy grave. Yo no quería pero él es… no podía, ¿entiendes?.
- Amor, desapareciste, sin decir nada. Y luego esa nota, creí volverme loca, cada vez que intentaba olvidarte llegaba una nueva noticia tuya que me obligaba a continuar creyendo en ti.
- Sólo fueron dos notas… no me dio tiempo de más.
- Y el certificado, el certificado amor. Cuando volví a Madrid y lo vi en el hospital…
- Pero no perdiste el tiempo, ¿no? Sabes, yo… yo no soy tonto, no era tonto. Siempre igual con las mujeres, si fuese agresivo me podría vengar ahora con mucha facilidad y nadie podría detenerme. Ninguno de tus chulos, ni todos a la vez entrando por esa puerta, aunque entrasen todos los marineros mediterráneos que te has tirado mientras me esperabas. Tranquila, no soy violento, esto es… degradante. Debería marcharme.
- ¡Nicolás! Si sólo te quedan unas horas… yo… tengo el día libre.

Ada se baja uno de los tirantes insinuante y pestañea con un halo de sonrisa en los labios. Coge el mando del equipo de música, aprieta un botón y empieza a sonar una canción de Amiee Mann: “Deathly”. Nicolás sonríe y respira con aceptación. Durante el sexo ella no deja de gritar y él no deja de observar cada centímetro de su piel con avidez.
- Solía besarte este lunar de aquí… Era mi pista de aterrizaje, mi punto de conexión. Me gustaba pensar que me pertenecía
- Amor…
- Ya sé que no me pertenece, ni tampoco al tipo que espera en la calle dando vueltas como un perro en celo. Yo… podría devoraros a los dos de una sentada, sabes?
- Sé que eres una buena persona, la mejor que he conocido. Alguien que nunca me merecí. Sé que habría cambiado por ti.

Nicolás se levanta bruscamente, con un nudo en la garganta se viste con harapos y se despide de Ada sin palabras, con un beso y un estrecho abrazo. Ada vuelve a apretar un botón del equipo de música, suena “wise up”. Nicolás aprieta suavemente su frente contra la de ella.
- Siempre tan oportuna…
- Habría cambiado, por ti. Habría sido sólo quien era cuando estábamos juntos.

Nicolás se levanta conteniendo la respiración y se va sin terminar de escuchar su canción preferida. Desde la calle mira hacia arriba, ve llegar a otro hombre, Ada le sonríe y hace gestos teatrales. Nicolás camina hasta el puerto llorando sin importarle las caras raras que provoca a su paso, decide arrojarse al mar con la esperanza de disolverse como una aspirina. Tarda tres días en lograrlo, tres días flotando a la deriva hacia el interior del mediterráneo, hacia la isla de Elba.

martes, 9 de junio de 2009

En realidad, todos los intentos de "salida de tono" de Lars Von Trier, ya se inventaron hace décadas en el cine, no?
¿Por qué a la gente le asombran tanto?
Lo de los carteles explicativos por ejemplo... el problema es intentar que ese tipo de cosas parezcan demasiado serias...

sábado, 6 de junio de 2009

ejercicio 8

Richard le había prometido que no tardarían demasiado, pero en cuanto entró en el estudio y vió las botellas de vino blanco dispuestas, comprendió que la cosa iba para largo. Empezó por elegir el vestuario más adecuado, habían escogido algunos vestidos absurdamente recatados, uno especialmente bonito pero en el que no le cabía el pecho, y por fin, uno brillante, lleno de lentejuelas, con escote de infarto, ese, ese sería.
El vestido le quedaba como un guante y con media copa de vino empezó a animarse, pudo olvidar el reloj y dejar que la peinaran como parte del juego. Sólo esperaba que Arthur no se enfadara si la cosa se alargaba demasiado, pero incluso esa preocupación fue disipándose trago a trago. No, mejor se pintaría ella sola, los demás nunca sabían dar ese toque… la sesión sería un desastre si lo hacía otro, tendría que descartar todas las fotografías y Arthur la acusaría de caprichosa.
Una vez preparada, tocaba escuchar, a Richard le encantaba explicarse más de lo necesario. A veces le hacía sentir como si creyese que era una novata, casi conseguía enfadarla con esas explicaciones interminables sobre el “personaje que representaba” esa tarde. En realidad era el de siempre, aunque los intentasen vestir de distinta manera, todos sus personajes eran gemelas, tontitas, guapas, listas para ser admiradas y deseadas. Lo de admiradas era lo que le decían a la cara, pero sabía perfectamente que no era verdad, esa clase de admiración que la gente proclamaba a su alrededor era de una falsedad repugnante.
Tras cinco minutos de atender como una niña buena en clase de matemáticas, comenzó el espectáculo. Dejó las pretensiones de Richard por debajo de la ejecución, el vestido era genial y con los complementos podía inventar nuevas poses hasta el infinito, sonreír, disfrutar de la experiencia para los demás.
Habían traído unas pieles de tigre, preciosas, y un peluche encantador. Se puso a la altura de esos restos de pelo animal con su mejor sonrisa, se convenció a si misma de la naturalidad del asunto con un nuevo trago. La cosa iba genial, las pieles volaban a su alrededor, se sentía flotar en un cielo amable y suave, tan reconfortante como el tacto de la Chinchilla.
Ahora era una presa del peluche de tigre, ahora su confidente, sonriendo a la cámara mientras apoyaba su brazo sobre la pata del inocente animal. Fin de los peluches: tocaba tumbarse sobre un sillón, dejar que los focos calentasen su frágil piel para que el vestido la hiciese brillar tanto como se merecía, de lado, para que su pecho se desbordase. Echando la cabeza hacia atrás y abriendo sutilmente los labios, daba la impresión de estar siendo poseída por un macho, era una de sus poses más conseguidas. Con aquel vestido el efecto era perfecto, los senos se rozaban uno contra otro, el de arriba casi se salía del vestido, que diablos, se salía, todo lo que puede salirse sin llegar a enseñar el pezón.
El calor de la luz le daba más sed, necesitaba más vino frío, una toalla y un descanso. Aún no era posible, faltaban un par de poses más sobre el sillón y luego algunos tiros con ella de pie; menuda novedad, hasta ahora se había pasado toda la sesión tumbada. Las últimas fotografías sobre el sillón no fueron agradables, mientras Richard las tomaba sintió que la forzaba, y se preguntó si no era en parte culpa suya por la maldita pose de cabeza hacia atrás.
Cuando al fin le pidió que se sentase, recuperó la sonrisa genuinamente alegre. Muy bien, volvía a dominar la situación. Alguien dijo que eran las siete, habían pasado tres horas desde que empezaron. Le sorprendió porque, a pesar del agotamiento, se veía con fuerzas para darlo todo de pie, una vez más, ahora sin complementos, sólo ella y su imaginación para conquistar sola a la cámara en 40 tomas más.
Richard sugirió que tal vez podría bailar, igual que en sus películas, bailar con esa preciosa sonrisa pintada. El descanso llegó al fin. No se aguantaba de pie, se sentó en un rincón con agua y vino para recuperar el tono. Al sentarse sola, la sonrisa se borró de golpe, durante algunos minutos pudo relajar el gesto, pero seguía contenida, reprimiéndose todo lo posible para no romper a llorar. O no, tal vez si hubiera estado sola, habría sido similar.
Richard Avedon se acercó con la cámara, se hizo notar como pidiendo permiso, pero Norma ni si quiera le miró. Permitió que la fotografiase como a las bestias del zoo.

viernes, 29 de mayo de 2009

Bérénice

Bérénice, de Jean Racine, es una de esas obras de teatro sobrecogedoras con un momento cumbre.. Cuando Titus anuncia a Bérénice, después de 5 años prometiéndole amor eterno, matrimonio y todo lo que suelen prometer los enamorados.. la abandona para poder conservar su poder en Roma. Todo porque el Senado no le permite casarse con una reina extranjera.
La pobre Bérénice se desgarra de dolor... comme ça:

Bérénice
Eh bien ! régnez, cruel, contentez votre gloire :
Je ne dispute plus. J'attendais, pour vous croire,
Que cette même bouche, après mille serments
D'un amour qui devait unir tous nos moments,
Cette bouche, à mes yeux s'avouant infidèle,
M'ordonnât elle-même une absence éternelle.
Moi-même j'ai voulu vous entendre en ce lieu.
Je n'écoute plus rien, et pour jamais: adieu...
Pour jamais ! Ah, Seigneur! songez-vous en vous-même
Combien ce mot cruel est affreux quand on aime ?
Dans un mois, dans un an, comment souffrirons-nous,
Seigneur, que tant de mers me séparent de vous ?
Que le jour recommence et que le jour finisse,
Sans que jamais Titus puisse voir Bérénice,
Sans que de tout le jour je puisse voir Titus ?
Mais quelle est mon erreur, et que de soins perdus !
L'ingrat, de mon départ consolé par avance,
Daignera-t-il compter les jours de mon absence ?
Ces jours si longs pour moi lui sembleront trop courts.

Es de una belleza sobrecogedora... en este pequeño extracto de alejandrinos, Bérénice se separa poco a poco de Titus, al principio se dirige a él directamente, al final acaba diciendo "lui" ("le", es decir, habla de él en tercera persona, como si se empezase a alejar). La palabra "adios" le duele y se nota.. y la desesperación al pensar que nunca más verá al que ha amado durante cinco años, en quien depositaba todas sus esperanzas de futuro (Dans un mois, dans un an, comment souffrirons-nous,Seigneur, que tant de mers me séparent de vous ?Que le jour recommence et que le jour finisse,Sans que jamais Titus puisse voir Bérénice,Sans que de tout le jour je puisse voir Titus ?) es descrito con una delicadeza extraordinaria.

En la película "Le goût des autres" la actriz Anne Alvaro interpreta este mismo extracto.

martes, 26 de mayo de 2009

Fumar perjudica la salud de los que le rodean

Hay un hombre delante de los cines Novedades, lleva 20 minutos dando pequeños paseos sobre el primer escalón, jugando con un cigarrillo mentolado entre los dedos. El caballero tiene pelo rizado y gris, viste una camisa morado oscuro, pantalones y abrigo negros.
El cine sigue cerrado, lleva 18 años así, pero el hombre mira incesantemente los carteles que aún cuelgan en las paredes, son de Dick Tracy. Aunque el cigarrillo es para dejar de fumar, no se lo lleva a la boca en ningún momento, de vez en cuando lo mira con los ojos muy abiertos, pero sigue jugando con él entre los dedos.
Los carteles de Dick Tracy están amarillentos, un par de ellos medio caídos y otro medio quemado. El hombre se rasca el cuero cabelludo y una nube de caspa cae sobre sus hombros.

Uno de los bolsillos empieza a vibrar, una anciana pasa a su lado con un perro de tamaño medio/pequeño. El perro parece ladrar al hombre, la boca le babea, escupe al tiempo que ladra y la anciana intenta retenerle sin demasiado éxito. El hombre saca un móvil del bolsillo y contesta, pero ahora la anciana y el perro hacen gestos agresivos mientras parecen gritar.
El caballero se tapa un oído mientras se encoje e intenta escuchar por el otro lo que le dicen en el móvil. El cigarrillo mentolado cae al suelo, el hombre aparta el móvil del oído y les indica que se callen, no se sabe si pidiéndolo u ordenándolo. El perro tira fuerte de la correa y cuando consigue soltarse tirando a su dueña al suelo, se acerca al cigarrillo, lo huele y se lo come.
Ahora es el hombre el que parece muy enfadado con la mujer, hace gestos con la mano señalando al perro y a la señora. El perro se ha quedado muy tranquilo desde que se comió el cigarrillo, mira a su dueña y al caballero discutir sin abrir el hocico.

La anciana se sitúa entre el hombre y el perro, tiene cara de asustada, el hombre está cada vez más colorado y sus gestos hacia el perro son continuos, sobre todo con la mano en la que antes tenía el cigarrillo. La mujer junta las manos, como si rezara y unas lágrimas se le escapan por el rabillo del ojo, el hombre la aparta violentamente y da una patada al animal que sale despedido, vuela por el aire y cae en el túnel del aparcamiento subterráneo.
La anciana se queda parada, con los ojos muy abiertos mirando hacia el túnel, el hombre también mira hacia el túnel sin mover nada más que la mano en la que ya no hay cigarrillo. La mujer reacciona, sale corriendo hacia el túnel con una agilidad impropia para su aparente edad. El hombre no se mueve del sitio, la mujer regresa con el perro en los brazos, parece muerto, el vestido y las manos de la mujer están llenos de sangre.

La mujer pone el animal delante del hombre y le habla con aparente tranquilidad, él asiente y contesta algo. Hablan durante unos minutos con el cuerpo del animal muerto entre ambos, después él pone una mano sobre el hombro de ella, que a su vez saca un par de cigarrillos “Ducados” de su bolso.
El caballero y la anciana fuman sentados en los escalones, mirando al perro muerto con mucha tranquilidad, cuando acaban de fumar vuelven a hablar un poco, él vuelve a ponerle la mano en el hombro, ella se la acaricia suavemente. Se despiden, la mujer lanza una última mirada al animal, no llora ni dedica al perro más de cinco segundos mirándolo, después se marcha.

La zona se queda desierta, el cuerpo del animal reposa junto a las escaleras del cine y un par de palomas se acercan a él. Cuando anochece nadie lo ha visto aún, será un barrendero quien, de madrugada, lo recoja y se lo lleve por “sanidad pública”.

jueves, 21 de mayo de 2009

Turner. Rain, steam and speed

El salón parecía haberse quedado en una época muy anterior a la modernidad que reflejaban las fotografías, se trataba de un espacio romántico, los cuadros eran reproducciones de Turner. Al apartar la hiedra encontró una copia de “lluvia, vapor y velocidad”, sin saber, claro está, lo que tenía delante. En otra pared se escondía la “tormenta de nieve”, con todo su pesimismo convenientemente tapado. Audrey no sabía nada sobre Turner, pero le pareció curioso encontrar tanta lluvia y vapor de agua dentro de su bosque selvático, en unos cuadros que parecían ventanas con vistas mucho más lógicas para ese interior que la ciudad.

viernes, 15 de mayo de 2009

Dustin O'Halloran

Un descubrimiento: Dustin O'Halloran es un compositor que ha publicado dos discos "piano solos". Algunas de sus composiciones aparecían en "Marie Antoinette", de Sofía Coppola, pero por lo que he podido oir, muchas otras merecen la pena...

Os dejo una para abrir boca. Si alguien encuentra un sitio en Madrid donde vendan sus discos... que me lo diga!!!
Esta es su web: http://www.dustinohalloran.com/

y este su trabajo:

http://www.goear.com/listen.php?v=ff4793a

Audrey ya va casi por 40 folios...

Invariablemente, las noches se acompañaban de vino y cielos estrellados. En Tanzania resulta más fácil orientarse por la noche, el cielo se convierte en un mapa que guía con exactitud al viajero. Ellos no viajaban por la noche, pero si soñaban que lo hacían allí arriba, visitando el silencio negro y brillante, nadando de una estrella a otra, cogiendo algunas para plantar un jardín de luz justo antes de dormir.
Aunque la ignoréis, se está haciendo mayor...

lunes, 11 de mayo de 2009

felices 25, yo

Algo falla en este pequeño relato... pero por lo menos el fondo es claro y divertido:

En la casa del terror es día de luto. La niña que gritaba con voz grave y se ponía perdida de vómito verde ha tirado su mal espíritu a la basura, junto con el camisón sucio, y se ha marchado lejos.
Nadie entiende por qué les ha abandonado, ¿por las manzanas cubiertas de caramelo del parque? ¿Porque prefiere jugar con niños a luchar con un cura? Cuando llega la hora de abrir, salen enormes lagrimones de entre las vendas que cubren los rostros de las momias, los zombies acompañan el maquillaje con unos ojos vidriosos, mal contenidos, y un nudo en sus gargantas rotas. Temen por su seguridad ahí fuera, es pequeña y anda sin un diablo que la posea y le de fuerza para defenderse del mundo.
En la casa del terror los visitantes huyen hacia la salida con más miedo que nunca, porque hoy sus habitantes han sido los primeros en sentirlo con tan extraña desaparición y porque un cura sin gente a la que exorcizar es mucho más peligroso que una niña mal peinada que vomita.
Cielos!!! Y encima es mi post número 100!! qué día más estupidamente redondo!

sábado, 9 de mayo de 2009

Cuando quedan dos días para cumplir 25 años y pocas cosas van como debieran...

jueves, 30 de abril de 2009

DE CÓMO DECIDÍ NO SUICIDARME

Al entrar en mi nuevo piso, al cerrar la pesada puerta blindada detrás de mí, una gran parte del pasado se hizo polvo con el golpe. Dentro del gigantesco recibidor, la luz tenue y muchas sombras dibujaban un paisaje que me costó largo rato comprender. Cada imagen era nueva, al igual que cada ruido, siempre me ocurre cuando entro por primera vez en un lugar. Después, cuando los lugares se vuelven familiares, trato de recordar aquellas primeras impresiones deconstruidas y la mayoría de las veces me resulta imposible, las piezas fueron siempre las mismas, el problema está en su encaje.

El primer día, los primeros minutos en la casa, nada tenía sentido. El recibidor me pareció espantosamente grande y vacío, con un paraguas negro cubierto por toneladas de polvo gris como única decoración. Desde la cocina llegaban sonidos que en aquel momento tampoco era capaz de identificar, todo era extraño: el tono sepia de la habitación que me empezaba a teñir también a mi desde los pies, las sombras translúcidas de hojas de árbol que llegaban desde una habitación al fondo a la izquierda, la luz cortada por una sombra opaca y recta de la habitación de enfrente, el paraguas, mi nuevo paraguas, los sonidos de la cocina que estaba junto a él. En aquel primer momento identifiqué los sonidos de la cocina como una sombra más del recibidor, eso sí lo recuerdo bien.

Al cerrar de un golpe había acallado las miserias de la no vida que llevaba hasta el segundo antes de entrar y los elementos de mi nueva vida, a la que había llevado ropa, vino, veneno y poco más por toda mudanza, cada uno de esos elementos me invitaba a cambiar de planes. Yo me había dado una semana de plazo, como quien compra un vestido del que no está muy convencido y lo deja dentro de la bolsa con la etiqueta, sabiendo que en pocos días tendrá que sacarlo y decidir sobre él.

La diferencia era que yo ya había tomado mi decisión antes de entrar, una decisión firme y tranquilizadora que por fin daba sentido a algunas horas. No recordaba la última vez que había sido capaz de dotar de contenido al tiempo, por eso cuando cerré aquella puerta y sentí cómo un bendito silencio se llevaba los lamentos más patéticos del cuerpo, mi primera reacción fue reafirmarme en el plan.


Me acerqué a una habitación de camino al paraguas, la de la sombra de ángulo recto. La puerta estaba arrancada y yacía en delicado equilibrio, apoyada sobre una pared. No había nada más dentro de esa habitación, la puerta en equilibrio y pintura descascarillada. Cuando llegué al paraguas posé mi mano encima, sobre él surgió una sombra negra libre de polvo, mi mano fue desembarazándose de los restos de camino a la cocina, pero algo quedaría incluso hasta el día siguiente.

En la cocina había dos neveras que no dejaban de quejarse como grillos metálicos, había una silla junto a la puerta y sobre la silla álbumes de fotografías, una cámara de cine, el comienzo de muchas explicaciones sobre la casa y sobre mí. Cogí un álbum al azar y comencé a ojearlo cuando una tortuga pasó a mi lado rumiando unas ramas lánguidas que le colgaban de la boca y se arrastraban por el suelo. La tortuga no me prestó demasiada atención, siguió su camino entrando desde el vestíbulo y saliendo por una puerta al otro lado de la cocina.
Con el álbum en la mano la seguí hasta unos salones convertidos en selva. Salones llenos de macetas que la tortuga tiraba a su paso sin inmutarse, macetas con plantas mustias pero vivas que estiraban sus brazos por el suelo y algunas paredes ocultando muebles e historias suficientes para mantener vivo mi interés más allá de la semana de plazo, mucho más allá me temí entonces.
Cuando percibí ese dulce temor de fracasar en mis planes no pude evitar sonreír, así que sonreí a la tortuga por tener un interlocutor con pulmones y corazón. La tortuga no dijo nada.
De vuelta a la cocina, dos recuerdos me pararon en seco: el hombre que alimentaba pájaros en el parque el viernes anterior, invitándome a acompañarle con la mirada y mis botas girando en dirección contraria. No sé cuánto puede uno llegar a odiarse a sí mismo, pero sé que nunca he odiado a nadie tanto como a mí en esa época. Había visto pasar las oportunidades a mi lado muchas veces sin ser capaz de atraparlas, pero aquel año ni si quiera fui capaz de aceptar las que aparecieron espontáneamente, las dos. Supongo que había aprendido a aceptar el que nadie presta ayuda a cambio de nada, ni si quiera cuando la pides directamente y se trata sólo de escuchar durante un rato. Las dos veces fue igual, una mano se tendió en mi dirección acompañada de una mirada acogedora y, después de dudar unos segundos, mi pecho se encogió mientras mis botas comenzaban a caminar en dirección contraria. Así es como uno accede al mayor grado de aislamiento posible y comienza a comunicarse con el mundo sólo a través de la observación.

Abrí de nuevo el álbum, las fotografías mostraban momentos de falsas vidas dentro de la casa: mujeres desnudas con cara de aburridas y axilas sin depilar, una de ellas bajo la puerta en equilibrio de la habitación de al lado, parecía una mujer cortada en dos. Varias sobre otra chica en el suelo de la cocina, de su sombra negra sobre fondo blanco, de la sombra sola, manchando el suelo… busqué el lugar, quedaban restos del experimento.
En la casa no había casi nada, pero con las fotografías, los restos de todo lo pasado salían a la luz y así algo tenía un poco de sentido por primera vez. La casa se iba construyendo a medida que la miraba desde esos ojos en blanco y negro. Choqué con la silla de tanto mirar desde dentro, sin ver por dónde andaba, y el resto de álbumes cayeron al suelo bañándolo con un mar de fotografías, de pistas y explicaciones.
Por todas partes yacían chicas desnudas partidas por puertas en equilibrio, por marcos de las chimeneas (ahora escondidas bajo la maleza), suspendidas en el aire agarradas al quicio de puertas en zonas de la casa que yo aún no había visto… Ese primer día no vi ni un solo hombre, supongo que porque no quería, sólo dejé que me hablasen fantasmas femeninos.
Pude ver a través de las paredes a cada una de ellas, suspendida, con la moral cortada por la mitad y un aspecto descuidado (pelo por todas partes (“fur ethics”, genial mezcla, absurda). Era fácil estar con ellas, casi incluso fácil volver a pensar en la decepción en la que me habían hundido los últimos hombres a los que había dejado acercarse, años atrás (¿por qué la vida tiene que ser tan predecible y aún así no deja de pillarme desprevenida?).

Pendiendo como una sábana, ese día decidí comprar un bote de pinzas para asegurar cada pelo, pestaña, uña. Si tantas vidas falsas merecían ser retratadas, tal vez la mía mereciera nacer.

martes, 28 de abril de 2009

recordando la ayuda que brindan los fantasmas. Pedro Páramo

Era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aun las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol.Al menos eso había visto en Sayula, todavía ayer a esta misma hora. Y había visto también el vuelo de las palomas rompiendo el aire quieto, sacudiendo sus alas como si se desprendieran del día. Volaban y caían sobre los tejados, mientras los gritos de los niños revoloteaban y parecían teñirse de azul en el cielo del atardecer.
Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer.Fui andando por la calle real en esa hora. Miré las casas vacías; las puertas desportilladas, invadidas de yerba. ¿ Cómo me dijo aquel fulano que se llamaba esta yerba ? " La capitana, señor. Una plaga que nomás espera que se vaya la gente para invadir las casas. Así las verá usted. "
Al cruzar una bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera. Después volvieron a moverse mis pasos y mis ojos siguieron asomándose al agujero de las puertas. Hasta que nuevamente la mujer del rebozo se cruzó frente a mí.

jueves, 9 de abril de 2009

Gerardo Diego, caracol silencioso

CARACOL SILENCIOSO...
Caracol silencioso
en búsqueda del fuego
de la red de obsidiana
donde caen recuerdos
del minúsculo espejo
garabato del tiempo
tensa cuerda de luna
en arpegios despiertos.

Sombra clara y profunda
el margen de tu cuerpo.


Gerardo Diego

lunes, 30 de marzo de 2009

Un capítulo, aún sin número, de la petite histoire de Audrey y su casa encantada...

Había un pájaro bastante pequeño esperando la muerte con mucha tranquilidad. Cayó en el alfeizar de la ventana del tercer salón, de allí al parqué y quedó cubierto por una sábana de luz mientras respiraba lentamente.
Cayó mientras Audrey estaba en la cocina, preparando cangrejo y escuchando el ave maria de Schubert. La música llegaba hasta el salón, recibiendo al moribundo visitante con delicadeza y cortesía. Bajo la luz cálida y la música, el pájaro respiraba cada vez más lentamente, no para acercarse a la muerte, sino precisamente para todo lo contrario: alargar esos últimos minutos de vida tan extrañamente perfectos, tan ajenos a lo que había sido el resto de su tiempo en la tierra.

Nunca este pájaro había conocido un minuto semejante a todos esos, sobre el parqué templado, con aquella música y el delicioso aroma a comida que poco a poco también se acercaba hasta él. Es bueno morir así, era mucho más de lo que Audrey podía desear para ella misma, aunque en ese preciso momento no fuese consciente de la manera en que estaba contribuyendo a la felicidad del animal.

O mio Babbino Caro, unos ojos enfundados en plumas se entornaron al escuchar la voz de Callas. No se si lo comprendería, hasta qué punto era afortunado por irse de aquella manera, porque su cuerpo fuese conservado del frío interior gracias a aquella calidez de la casa de Audrey. Ella aún no había conseguido sentirla, y él sin embargo, la había poseido desde que cayó...
Ella llevaba un mes intuyéndola, esperándola para poder tomar la decisión de morir allí también, preparando comida que nunca era capaz de acabarse, estudiando cada planta marchita de cada salón, cada poro de la casa como si de un amante se tratase.

No... aún no lo había logrado, al entrar en el salón y ver al pájaro vivo bajo la luz y la música, comprendió la distancia entre ambos, le envidió amistosamente y le deseó lo mejor con una caricia alejada.
Seguía de pie, a cinco pasos de él, con el plato de comida en una mano y una copa con agua en la otra, cuando el animal murió. Tenía la cabeza vuelta hacia la pared, así que no llegó a verla antes de morir, pero sintió su presencia y fue por eso que quiso dejarse ir, empequeñecer un poco más y dejar de respirar.
Por un momento Audrey estuvo cerca de comprender cómo se hacía, como se moría en paz. Viendo aquél animal reposar sobre su lujoso suelo, creyó que sabía cómo debía proceder, qué debía sentir, pero la claridad duró sólo unos segundos. En cuanto el animal murió y ella se acercó a su cuerpo, todas las ideas se esfumaron y quedó de nuevo la confusión, incluso cierto miedo irracional.
Haber estado tan cerca hacía la vuelta atrás insoportable y aquel gesto en la cara del animal, tan tranquilo, si, tan consciente de su suerte… como si la atmósfera cuidadosamente trabajada por Audrey le hubiese arrullado y acompañado hasta el más mágico sueño infantil... ese gesto hería.
Tanto trabajo, tantos detalles e investigación para hacer de la casa lo que era, habían acabado recompensando al pájaro mientras ella continuaba en un aséptico estado de impermeabilidad. Separada por un cristal dolorosamente infranqueable, con cada latido cubierto de plástico negro, de bolsas de la basura.

No podía, no quería irse sin encontrar al menos un elemento de sí misma en aquella casa. Buscaba en el lugar adecuado, era el único lugar donde los ruidos se convertían en murmullos, donde al menos alcanzaba a identificar cada parte de su confusión. Estaba entre las ramas que se estiraban por el suelo, entre las raíces, las de las plantas y las de los sueños.

En esas raíces de sueños sudorosos a veces había más y a veces menos que en las paredes, que en la alcachofa de la ducha metálica, que en la música tan meticulosamente escogida con la que el pájaro había aprendido a morir(.....)


jueves, 26 de marzo de 2009

Superhéroe

Ayer habría podido soplar
Con fuerza
Por toda tu cara.

Escupir las palabras que pediste,
Saliva y té y miel inglesa.
Traspasarte esa responsabilidad

Ayer podríamos haber ido al cine
Y de madrugada yo habría sido
Un superhéroe pálido.

Aprehender mi identidad,
Resolver el misterio
Por ti.

“No tengas miedo,
Este trabajo no es distinto
de los demás”


Agnès Castilla

Voilà Agnès

QUERÍA trabajar,
Trabajarte.
Leer “las brujas”
Recitar índices y
Componer
besos
sobre ti

Agnès Castilla

lunes, 16 de marzo de 2009

domingo, 15 de marzo de 2009

Eloise, Izzy y Tom

- You shouldn't smoke. Sometimes people die when they smoke, sometimes they get cancer

- I can't die (...) I don't exist

- So, how come?

- I'm fiction

Izzy dijo que Eloise no existía, que se había follado a la nada. Por eso Tom le dejó caer, nunca habría dejado caer a su mejor amigo por ningún otro motivo.

Una gran película... no diré el nombre porque la he destripado, espero que os encontréis con ella alguna vez.

sábado, 14 de marzo de 2009

Des montagnes en papier qui brûlent comme des pièces de domino

Ahora que tengo tiempo para mirarme los pies y para mirar por la ventana, me dicen que un meteorito ha caido sobre un pueblo de la provenza. Todos han muerto un poco, a pesar de que era un lugar abandonado, como aquel de Comala, pero en francés.
Seguro que murió algún Pierre metafórico, mientras mi mirada flotaba de los pies al paisaje, deteniéndose en cada objeto del cuarto.

Yo quisiera preocuparme por todas las cosas que alcanzan a mi ojo izquierdo, pero no puedo. Está este desorden a mi alrrededor, el vestido de ayer limpiando el suelo, las medias encogidas sobre ellas mismas, la caja de zapatos cerrada como un secreto negro de zapatos negros.
Está la mesa con montañas coloridas de papel, discos de música clásica, dos velas perfumadas, tres, mi pluma y el meteorito sobre un pueblo abandonado.

Están todas esas cosas y yo las miro, pero no estoy con ellas.

También hay montañas de papel en el suelo, junto a la ventana. Vivo dentro del sueño de un pirómano, esperando el día en que decida quemarnos con todas las consecuencias. Veremos las montañas arder como piezas de dominó, contagiándose una a otra el calor, el humo, la furia de sus lenguas de fuego.

Sobre la cama diré "lenguas de fuego" y "lenguas de glaciar", para compensar un poco. Si fuera montaña de papel podría quedarme quieta mirando y esperando mi turno en el juego de arder, pero eso es dificil. Además no importa, sólo es el sueño de un pirómano, aquí nunca arderá nada.

Si fuera una media encogida sobre el parqué, me revolvería, ¿se dice así? ¿me revolvería?, como media no tengo mucha educación. Lo que si tengo es un cuerpo que hace un ruidito penoso al quemarse, que se mueve como una serpiente a medida que las lenguas, de fuego o de glaciar, asesinas, avanzan camino de mi perdición.

Ha caido un meteorito copper, céntrate... ha caido un meteorito y han muerto muchos pedros... pero todo lo que alcanza ahora mi ojo izquierdo son esas medias.
Por lo menos he sido capaz, durante unos segundos, de comprender a alguien.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Jonathan y un té con miel

Yo me iría con Jonathan en bus around US... total, para lo que hay que hacer aquí... comer miel, poco más...

seguro que corriendo por USA en autobus tenía mejores ocurrencias, y si encima es con este caballero... saldría un libro que nadie compraría pero que me haría reir con solo mirarlo.

lunes, 9 de marzo de 2009

Un buen índice

Entre las abejas en mayo
Cocina a base de miel
El apicultor y la farmacopea apícola
Experimentos en el control del nosema
Esta semana en el colmenar
Lo último sobre la jalea real
Los poderes curativos del propóleos
Regurgitaciones
Cena anual de los apicultores británicos
Noticias de la Asociación


Me quedo con "esta semana en el colmenar", que da mucho que pensar...
Esta semana en el colmenar, encontraremos algunas novedades: se ha decidido cambiar el uso de un tercio de las colmenas. Con el repentino cambio de temperatura las abejas han quedado un poco aturdidas y, en un estado resacoso, han decidido reorganizarse para comenzar la colecta y producción de miel y jalea real lo antes posible.
Ayer por la mañana se llevó a cabo la primera reunión, de la que salieron ideas peligrosamente innovadoras. Tras la reunión a última hora de la tarde, las abejas obreras de más meses de vida llegaron a conclusiones más moderadas, aún así, muchas colmenas deberán cambiar la producción de miel por la de jalea real. La expansión de la colonia es ya una realidad inevitable, una realidad sobre la que se trabaja afanosamente desde el amanecer de hoy lunes. Entiéndase que más jalea real significa más reinas para nuevas colmenas.

Parece evidente que las abejas desean cambiar el rumbo de sus diminutas vidas y de paso dar mejores temas de conversación en las cenas anuales de los apicultores británicos. Un par de colmenas intentará, por segundo año consecutivo, producir un nuevo tipo de miel, más densa y calórica, con la que alimentar a nuevas generaciones de abejas guerreras. La mayoría de colmenas han prohibido tales experimentos, pero las dos colmenas del oeste no cesan en su empeño...


Total, que un día te despiertas, coges el coche y ves que por la carretera hay muchos árboles en flor... así es como llega la primavera, te das cuenta de que el invierno se ha pasado dolorosamente rápido, de que la primavera va a ser aún más dolorosa (mucho, muchísimo más) y de que, si a las abejas les ha pillado este cambio tan (perdón por la expresión) en bragas como a ti, pues mal vamos para la producción de miel de este año...
Ya si encima tenemos en cuenta que, cuanto peor se me ponen las cosas, más miel me da por zampar... puess...

domingo, 8 de marzo de 2009

bizcocho y fechas

He hecho un bizcocho de café, pasas y almendras, prueba un poco. Si quieres le echamos aquella miel... te acuerdas? deben haber pasado ya muchos meses, igual ya caducó pero es que ni si quiera la abrimos, bah, seguro que está bien, las etiquetas mienten descaradamente.

La etiqueta dice, "consumir preferentemente ante de fin: 12/08", para empezar es una frase mal construida y para seguir ¿qué leches significa preferentemente? ¿que después mejor tirar el contenido pero allá tu? Me suena eso... ese "mira chica, allá tu" y así todo arreglado, la empresa que produce la comida, las personas que te rodean, todos se lavan las manos señalando un par de cifras y añadiendo un "allá tu, yo no puedo hacer más por ti".
Una se mete en la cocina, hace un bizcocho sin fecha de caducidad, que desde luego estará duro como una piedra dentro de una semana.. pero no hay fecha de caducidad, si quieres puedes roerlo poco a poco dentro de un mes, seguro que sigue siendo comestible.

Nada, la gente no se quiere mojar y pone cifras por todas partes como si eso les fuese a salvar del limbo o mejor, a dejarles allí en un estado de "yo fui honesto, di todos los datos que tenía". Eso es exactamente, dar datos en lugar de apostar a que, por malo que esté este bizcocho dentro de un tiempo, seguirá siendo comestible y hasta divertido el coger pequeñas migas para jugar con ellas entre los dientes.

¿Y si te sienta mal? Pues si te sienta mal, te pasas una semana en la cama (como muchísimo) y a tirar para adelante, que nadie se ha muerto por probar un bizcocho pelin mohoso... al paso que vamos sustituiremos las papilas gustativas por cifras delante de los ojos, ¿no está el sentido del gusto para indicarnos cuándo la comida está mala? Pues eso, si el bizcocho ha acogido a una afable familia de hongos y lo pruebas, lo escupes. Y si eres tan idiota de zampártelo, te pasas la semana de rigor en cama y hacemos un bizcocho nuevo.

Hay gente que después de ponerse mala por un bote caducado afirma no tener ganas de volver a probar nunca más el producto en cuestión, lo destierran para siempre... la gente es tonta.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Filosofía hecha con imágenes

Las películas de Samuel Beckett son reflexiones filosóficas que buscan la simplificación del lenguaje, su reducción a cero consiguiendo transmitir sin embargo una vasta cantidad de ideas. La existencia a través de la percepción por otro, la autopercepción, el miedo a la misma...

"Eh Joe" vino después de "Film", tiene sonido pero el espacio es mucho más simple... Me encantan estas habitaciones de Beckett, parecen la representación de los pensamientos de sus personajes. Las habitaciones no son espacios, sino lo que Object, o Joe, o quien sea, piensa. Es donde más a resguardo o más perdidos se sienten... arquitecturas para la mente donde ésta encuentra lo imprescindible: algunas puertas o ventanas, un lugar donde reposar, aire a través del que moverse y, en cuanto bajan la guardia, la autopercepción que les machaca.

martes, 10 de febrero de 2009

presentación formal

Regresé después del vanishing act...
Parece que acabar exámenes ha hecho que se me escapen muchas palabras de la cabeza, ya tengo algunos escritos guardados en el ordenador que iré publicando (no tooodos) poco a poco.
Por el momento dejo ese pequeño "Saltar. To leap", la canción con la que lo escribí y aquí la presentación de un blog bastante especial:
http://ingenieroglobal.blogspot.com/

Un ingeniero global que casualmente es mi hermano, que empieza una nueva vida... viajes y más viajes. Mis expectativas parisinas se quedan a la altura del betún frente a la rutina viajera que va a adquirir este muchacho. Los destinos son un misterio, pero prometen ser exóticos, así que espero que publique fotos curiosas y me invite a pasar un tiempo en cada uno de ellos!!!!

Saludos a todos!!!

Por cierto, una recomendación: visitad Estambul cada dos años, y si sois fuertes, plantearos pasar allí unos meses al menos... "Raki is the aswer, I don't remember the question"

To leap, to disappear...

Saltar. To leap

Me gusta dar saltos suicidas desde la yema de tus dedos, tirarme con los ojos cerrados desde una para coronar la siguiente. Me gusta llenar mis pulmones de aire mientras cojo impulso y caer sobre material tan blando cuando alcanzo mi objetivo. Aquí arriba hay mil cosas por hacer, por descubrir. El paisaje de uñas recién cortadas, rosadas y limpias me hace sonreír. Quisiera lanzarme por una de ellas como si de un tobogán se tratase, pero no me atrevo por miedo a caerme de tu mano, así que me quedo sentada sobre esta yema. La beso con cuidado para no despertarte, para que no me presientas, para que siga siendo un recuerdo de otro día en que nos vimos.
Hoy no estoy entre tus dedos, para ti no, shhhh, no mires esta mano, eso es, descansa. Yo me agarraré al final de tu uña y meditaré mucho el mejor momento para dar el siguiente salto. Mientras lo pienso tu pones esta mano cerca de la cara, desde aquí podría saltar a tu labio, hacer espeleología entre tus dientes, perderme un rato en la oscuridad y luego regresar a la comisura para buscar el camino de vuelta a los dedos.
Me da un poco de miedo, no consigo perder ese respeto asustadizo hacia tu boca y me quedo aquí muy quieta, respirando tu respiración, tu boca que es ahora todo mi paisaje. La vista no alcanza mucho más, un poco de barbilla, interesante barbilla, pero ni si quiera está entera desde aquí. Recuerdo aquellas casas escavadas en la roca y me imagino viviendo ahí, dispuesta a tenerte por hogar, a dejarte cada mañana para ir a trabajar y regresar por la noche a tu boca.
Cada día un viaje de ida y otro de vuelta, cada día saltando de una yema a otra hasta llegar a mi pequeña casa húmeda y cálida. Suena bien, pero tengo que saltar, llegar al último dedo, al más pequeño y desde allí a tu almohada. Me marcho en silencio y me aguanto las ganas de llorar, volveré otro día, volveré a soñar sobre tu piel cansada lo que podría ser si me mudase a ella.


lunes, 12 de enero de 2009

Angel Gonzalez, un año sin él


¿Por qué tienen que morir algunas personas?