miércoles, 17 de junio de 2009

meditteranean tale

Amanece en Tánger con el canto del almohacín llamando a la oración. Adita se viste con un camisón breve después de una noche calurosa desnuda sobre una cama, que ha cubierto de lágrimas entre sueños. Cuando se lava la cara, el espejo le devuelve una imagen familiar detrás de ella, contiene la respiración, se queda quieta un minuto observando la figura que la acompaña a través del espejo y al fin se decide a volverse.

- Cariño… creía que ya no estabas.
- Ya, yo también lo creía, pero aquí estoy. ¿Se me nota demasiado?
- Apenas amor, apenas… todavía hueles a ti, los ojos te brillan casi igual. Ven, sí, tus besos son igual de buenos.
- ¿De veras? Yo casi no lo siento. Bueno si, siento como si fueran un recuerdo. Mira, te toco ahora mismo y en lugar de sentirlo, el tacto se convierte en el recuerdo de cuando solía tocarte así.
- Amor, qué cosas más raras dices…
- También te quiero como en un recuerdo, como si no fuera ahora.
- Me quieres hacer llorar, y no voy a llorar.
- No Ada, sólo te quiero hacer comprender… empiezo a oler mal, no debería estar ya aquí.
- Deja de decir tonterías, hueles tan bien como siempre, tal vez un poquito más, pero sólo es más de ti.
- Ada, ni si quiera sé cómo he llegado hasta Tánger. Tampoco sé qué haces tú aquí, lo que sé seguro es que con este calor me descompondré en cuestión de horas. Así que niñita, tenemos que despedirnos de una vez…

Ada se coge la tripa y mira a su alrededor, como si quisiera esconder algo que ha quedado a la vista, pero no se mueve. La habitación huele a flores secas, sobre la mesilla hay dos vasos de agua a medio beber y una revista de moda americana.

- ¿Dónde quieres pasar el día amorcito?
- Entre tus brazos Ada, déjame abrazarte… otra vez, me veo en aquella playa de Elba, contigo acurrucada como ahora, respirando muy profundamente. Parecías tan pequeña y al mismo tiempo tan… importante, lo más importante de mi vida. Siempre fuiste tú, y cada uno de esos días en la costa italiana fue lo más real que viví.
- Sí, lo fue. Yo no sabía que se puede ser así de feliz, por eso me extrañó tanto que desaparecieses cuando volvimos… y que volviéramos, ¿por qué Nicolás? Creía que habíamos decidido quedarnos allí, no era una locura, teníamos planes, tenían sentido…

A Nicolás se le escapa una lágrima del ojo izquierdo que resulta ser sangre, evita que Ada la vea limpiándose rápidamente la azulada mejilla. Tiene que contenerse para no romper a llorar sangre violentamente.

- Ada… Yo quería, sabes que quería quedarme allí, pero tenía algunas obligaciones en Madrid que no pude eludir. No te lo dije entonces porque creía que era algo que había salido de mi vida. Estaba casado, divorciado. Tenía un niño que mi ex-mujer no me dejaba ver, llevaba años sin saber de ellos, sin saber dónde estaban y llegaste tú, me devolviste a la vida y justo entonces reaparecieron. Mi hijo había enfermado, podía ser muy grave. Yo no quería pero él es… no podía, ¿entiendes?.
- Amor, desapareciste, sin decir nada. Y luego esa nota, creí volverme loca, cada vez que intentaba olvidarte llegaba una nueva noticia tuya que me obligaba a continuar creyendo en ti.
- Sólo fueron dos notas… no me dio tiempo de más.
- Y el certificado, el certificado amor. Cuando volví a Madrid y lo vi en el hospital…
- Pero no perdiste el tiempo, ¿no? Sabes, yo… yo no soy tonto, no era tonto. Siempre igual con las mujeres, si fuese agresivo me podría vengar ahora con mucha facilidad y nadie podría detenerme. Ninguno de tus chulos, ni todos a la vez entrando por esa puerta, aunque entrasen todos los marineros mediterráneos que te has tirado mientras me esperabas. Tranquila, no soy violento, esto es… degradante. Debería marcharme.
- ¡Nicolás! Si sólo te quedan unas horas… yo… tengo el día libre.

Ada se baja uno de los tirantes insinuante y pestañea con un halo de sonrisa en los labios. Coge el mando del equipo de música, aprieta un botón y empieza a sonar una canción de Amiee Mann: “Deathly”. Nicolás sonríe y respira con aceptación. Durante el sexo ella no deja de gritar y él no deja de observar cada centímetro de su piel con avidez.
- Solía besarte este lunar de aquí… Era mi pista de aterrizaje, mi punto de conexión. Me gustaba pensar que me pertenecía
- Amor…
- Ya sé que no me pertenece, ni tampoco al tipo que espera en la calle dando vueltas como un perro en celo. Yo… podría devoraros a los dos de una sentada, sabes?
- Sé que eres una buena persona, la mejor que he conocido. Alguien que nunca me merecí. Sé que habría cambiado por ti.

Nicolás se levanta bruscamente, con un nudo en la garganta se viste con harapos y se despide de Ada sin palabras, con un beso y un estrecho abrazo. Ada vuelve a apretar un botón del equipo de música, suena “wise up”. Nicolás aprieta suavemente su frente contra la de ella.
- Siempre tan oportuna…
- Habría cambiado, por ti. Habría sido sólo quien era cuando estábamos juntos.

Nicolás se levanta conteniendo la respiración y se va sin terminar de escuchar su canción preferida. Desde la calle mira hacia arriba, ve llegar a otro hombre, Ada le sonríe y hace gestos teatrales. Nicolás camina hasta el puerto llorando sin importarle las caras raras que provoca a su paso, decide arrojarse al mar con la esperanza de disolverse como una aspirina. Tarda tres días en lograrlo, tres días flotando a la deriva hacia el interior del mediterráneo, hacia la isla de Elba.

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