martes, 26 de mayo de 2009

Fumar perjudica la salud de los que le rodean

Hay un hombre delante de los cines Novedades, lleva 20 minutos dando pequeños paseos sobre el primer escalón, jugando con un cigarrillo mentolado entre los dedos. El caballero tiene pelo rizado y gris, viste una camisa morado oscuro, pantalones y abrigo negros.
El cine sigue cerrado, lleva 18 años así, pero el hombre mira incesantemente los carteles que aún cuelgan en las paredes, son de Dick Tracy. Aunque el cigarrillo es para dejar de fumar, no se lo lleva a la boca en ningún momento, de vez en cuando lo mira con los ojos muy abiertos, pero sigue jugando con él entre los dedos.
Los carteles de Dick Tracy están amarillentos, un par de ellos medio caídos y otro medio quemado. El hombre se rasca el cuero cabelludo y una nube de caspa cae sobre sus hombros.

Uno de los bolsillos empieza a vibrar, una anciana pasa a su lado con un perro de tamaño medio/pequeño. El perro parece ladrar al hombre, la boca le babea, escupe al tiempo que ladra y la anciana intenta retenerle sin demasiado éxito. El hombre saca un móvil del bolsillo y contesta, pero ahora la anciana y el perro hacen gestos agresivos mientras parecen gritar.
El caballero se tapa un oído mientras se encoje e intenta escuchar por el otro lo que le dicen en el móvil. El cigarrillo mentolado cae al suelo, el hombre aparta el móvil del oído y les indica que se callen, no se sabe si pidiéndolo u ordenándolo. El perro tira fuerte de la correa y cuando consigue soltarse tirando a su dueña al suelo, se acerca al cigarrillo, lo huele y se lo come.
Ahora es el hombre el que parece muy enfadado con la mujer, hace gestos con la mano señalando al perro y a la señora. El perro se ha quedado muy tranquilo desde que se comió el cigarrillo, mira a su dueña y al caballero discutir sin abrir el hocico.

La anciana se sitúa entre el hombre y el perro, tiene cara de asustada, el hombre está cada vez más colorado y sus gestos hacia el perro son continuos, sobre todo con la mano en la que antes tenía el cigarrillo. La mujer junta las manos, como si rezara y unas lágrimas se le escapan por el rabillo del ojo, el hombre la aparta violentamente y da una patada al animal que sale despedido, vuela por el aire y cae en el túnel del aparcamiento subterráneo.
La anciana se queda parada, con los ojos muy abiertos mirando hacia el túnel, el hombre también mira hacia el túnel sin mover nada más que la mano en la que ya no hay cigarrillo. La mujer reacciona, sale corriendo hacia el túnel con una agilidad impropia para su aparente edad. El hombre no se mueve del sitio, la mujer regresa con el perro en los brazos, parece muerto, el vestido y las manos de la mujer están llenos de sangre.

La mujer pone el animal delante del hombre y le habla con aparente tranquilidad, él asiente y contesta algo. Hablan durante unos minutos con el cuerpo del animal muerto entre ambos, después él pone una mano sobre el hombro de ella, que a su vez saca un par de cigarrillos “Ducados” de su bolso.
El caballero y la anciana fuman sentados en los escalones, mirando al perro muerto con mucha tranquilidad, cuando acaban de fumar vuelven a hablar un poco, él vuelve a ponerle la mano en el hombro, ella se la acaricia suavemente. Se despiden, la mujer lanza una última mirada al animal, no llora ni dedica al perro más de cinco segundos mirándolo, después se marcha.

La zona se queda desierta, el cuerpo del animal reposa junto a las escaleras del cine y un par de palomas se acercan a él. Cuando anochece nadie lo ha visto aún, será un barrendero quien, de madrugada, lo recoja y se lo lleve por “sanidad pública”.

2 comentarios:

Cecilia dijo...

MEnos mal que al final se hacen amigos, aunque una se haya quedado sin perro y el otro haya vuelto a la adicción. Aunque, sin duda, el perro no ha sacado nada en limpio de este trance.

CarmenS dijo...

Ya que me preguntas, has sido una Cruella de Vil con el perrito, pero dan ganas de reír, la verdad. Me imagino al señor levantando la pata para quitarse al pesado bicho de en medio...