miércoles, 27 de agosto de 2008

el silencio antes de...

Todo empieza con un sonido, el teléfono que suena en una casa de dos pisos vacía, se descorre el velo de oscuridad lentamente desde el sueño de Enrique.
Por cada rincón estático el timbre suena, pero no hay más movimiento que el de sus ojos desperezándose. De pronto, una ventana se abre sin ser invitada a ello, el viento húmedo azota el estudio, deja unas cuantas hojas muertas sobre el escritorio, tira al suelo las escritas por una mujer... el viento viaja por las habitaciones dejándo en cada una su olor y esa sensación de frío otoñal que provoca un temblor agradable al atraparnos. Agradable, sí, llega hasta él, le pilla desprevenido con los pies desnudos, se revuelve en su nido de sueños y esconde rápidamente su desnudez de la mañana.
Con los pies escondidos, Enrique se vuelve a dormir y por fortuna la casa vuelve a encontrar paz, ausencia de movimientos y de sonidos violentos. Sin teléfono que aulle, sin ojos moviéndose ni pies respondiéndo instintivamente, quedan las paredes calladas recibiéndo lo que la ventana abierta les ofrece. Hay ruidos allí fuera, pero están lejos, tan lejos... hay un autobus que se para frente a la casa y permanece 20 minutos delante con el motor en marcha, pero el sonido rebota por las paredes con suavidad hasta ser devuelto a la calle educadamente. El parqué del estudio gime en tono bajo, aguantándo los embistes de la humedad exterior y los rayos de sol.
En la cocina el frigorífico mantiene una sintonía continua como un pájaro en celo, la continuidad de su gorjeo es tal que sirve de acompañamiento a la respiración del hombre que dormita en alguna otra habitación. En la cocina el suelo no cruje, pero está helado, los días cada vez más frescos han contribuido a ello, pero es que esta noche ha sido especialmente fría y ahora ese viento que se cuela por todas partes besa el marmol, lo acaricia sin pudor, se descubre de intenciones y lo posee. Todo es tensión sexual en la cocina, con esa electricidad alimentando frigorífico, congelador, microondas, el fuego que ella utilizó como escusa para no besarle -hay que hacer la cena, es ya muy tarde- cocinar para evitar el sexo, qué triste.
En el baño también hace frío, de hecho allí es donde más frío se siente porque su ventana ha permanecido abierta toda la noche, pero la puerta está bien cerrada, por eso tal vez el aliento helado que se revuelve dentro de esta habitación no se ha filtrado al resto de la casa. El baño siempre tiene la ventana abierta, salvo cuando Enrique se ducha, el frío del otoño y del invierno se quedan a vivir allí como un invitado que no encuentra la hora de marcharse, como si ese invitado hubiese tomado algún whisky de más y de vez en cuando hiciese preguntas poco apropiadas con una sonrisa sincera pintada en la cara, una sonrisa de hielo con la que refrescar su propia bebida.
Todos esos muebles que se ven al pasar de una habitación a otra, cada objeto, cada foto, cada pelo caido sobre el sofá o en la bañera son señales de que esta quietud no tiene nada que ver con la muerte, simplemente es lo que sucede cuando no estamos o cuando los que están se han sumergido en algún sueño que les ha enviado lejos de su cuerpo. Los pelos de Enrique están en el sillón de orejas verde, en su peine sobre el lavabo y en la almohada donde ahora duerme. Hay un par de uñas suyas en la habitación de los niños, que ya no viven allí y su armario entero huele a esa colonia de musgo que tanto le gusta.
Mientras él duerme el viento que abrió la ventana del estudio llega hasta el salón y tira uno de los pelos del sillón al suelo, del mismo modo que hiciera en la habitación anterior con aquellas hojas escritas con letra de mujer... pronto terminará esta paz, pero volverá en cuanto él cierre desde fuera la casa y entonces el silencio será otro, y cada pared esperará su vuelta como un animal fiel que prefiere ser castigado por morder los zapatos a estar solo nuevamente.

6 comentarios:

Marcelo dijo...

Si a esto le llamas tontería, no quiero imaginar cuando me digas que escribiste algo que te gustó. Es hermoso. La pared esperando la vuelta como un animal fiel que prefiere ser castigado...Estuviste con esos autores rusos increibles, senota...Te dejo. Debo volver a leer esto, esa mujer que dice que no, esos cabellos en el peine, esas uñas esparcidas, esa vida en esa casa.
Un beso

Marcelo dijo...

Te iba a mencionar la poesía de una autora y desistí. Pero ahora la veo entre tus blogs amigos. Empieza algo así como con..."Cuando una casa comienza a ser...tu casa?
La reconoces?

copperhead dijo...

alguna de Sofía? La verdad es que no recuerdo haberla leído... me gusta obligarme a escribir cuando no tengo nada que decir, salen estas cosas curiosas, salen ellas solitas... es muy divertido verlas aparecer sin decidir prácticamente nada al respecto.
Lo único que decidí en este caso, y fue ya a medio camino, es que aquí la protagonista era la casa con todo lo que tenía dentro, objetos y un hombre (¿fue una decisión o simplemente una observación?). Es como aquello que decían miembros de una tribu africana al ver una foto suya, ellos veían el campo que había detrás, las vacas y el pasto... lo importante!!

CarmenS dijo...

A veces te pones delante de un papel y empiezas a escribir algo, una palabra que se te ocurre. No te has sentado a escribir algo que se te había ocurrido antes, sino que te has propuesto improvisar. Y, de repente, empiezas a llenar líneas de palabras, a coordinar ideas y te das cuenta de que ha salido algo. Has inventado una historia, un poema, una descripción que no sabías que estaba en tu cabeza hasta que no te has puesto a sacarla...
Dicen que la inspiración no viene sola, que hay que incitarla a venir. Y que no hay que esperar a que venga para sentarte a escribir sino procurar que cuando venga te pille delante del papel o del ordenador.

Marcelo dijo...

Totalmente de acuerdo con cecilia. Hay que dejar el lugar propicio para que el monstruo salga...Sí, es Sofia en una grabación que está en su blog, y también en el de Brujaroja. Tendrá un mes más o menos...

Le Nzzo dijo...

Ya me lo he leido.
Si quieres saber opinion...