domingo, 1 de junio de 2008

V.2

"Suicidio: El suicidio es una palabra mal construida: quien mata no es idéntico a quien es matado"
Th. Jouffroy



Deja de actuar para la galería.



Habían llegado hasta el café, la lluvia quedaba fuera, sobre la plaza y la gran escultura de bronce que representaba el rostro de una mujer recostada.



Él pidió por los dos, y al hacerlo Ada tuvo la sensación de verle crecer casi diez años en un instante, pidió dos whiskies con hielo, nada de té. Eran las tres y media según un reloj de pared situado al fondo del local, las cuatro según la hora oficial. El agua seguía cayendo de manera silenciosa en el exterior y aquel murmullo que era el silencio se filtraba entre los dientes de nuestra heroína como humo de tabaco que reposa sobre la lengua, invasivo, agradablemente invasivo.


Sólo estaba presente su respiración, las gotas de agua resbalando sobre los hombros desnudos y el sonido de los hielos al chocar entre ellos dentro de su baño alcohólico. Ada bebía despacio, pensaba en algo que decir, aunque aquel no era un silencio incómodo, aún así sentía la necesidad de decir algo y justo cuando encontró un par de palabras con las que abrir adecuadamente la conversación, la música comenzó a sonar, una música sombría que la detuvo justo cuando iba a soltar el silencio de su boca.



El whisky puede parecer un error en ocasiones, pero a estas horas es la mejor opción, incluso cuando parece un error.


Ada asentía mecánicamente mientras el alcohol le doblaba la mente. Con los pensamientos a la deriva, intentó centrarse en la sonrisa de su acompañante, era una sonrisa agradable que le invitaba a una copa más cuando había tomado dos.
El segundo trago de la tercera copa fue definitivo, el espacio se redujo alrededor de aquella sonrisa cómplice, la luz tenue se deshilachaba hasta quedar reducida al recuerdo, Ada presenció desde su interior aquella reducción de la realidad sin ser consciente hasta que se encontró en una absoluta oscuridad.


En la oscuridad sólo quedaba su respiración, el miedo la dificultaba, estaba sola allí, ¿allí? ¿dónde era "allí"? Sentía que llevaba el mismo camisón húmedo por la lluvia, seguía sintiendo las gotas de agua que saltaban de su pelo a sus hombros; caminos inciertos...

Oscuridad, respiración, Ada miró allí donde debía estar su tripa y entonces pudo ver un enorme cuchillo apuntando a su ombligo, avanzaba despacio, no podía ver quién lo sostenía pero no quedaba demasiado espacio para evitar el mortal choque entre la carne y el metal.
No sabía si era ella misma la que dirigía el arma, ¿era ella o alguien quería asesinarla? ¿era ella? Ada dudaba seriamente mientras observaba al cuchillo avanzar y encogía el estómago asustada.

En cuanto su carne se rasgó el tiempo cambió de ritmo, se aceleró, sintió la sangre brotar de muy dentro, en la tripa y entre las costillas. Dos hendiduras y estaba de vuelta en el café a las cuatro y media de la madrugada, con una sonrisa amable preguntándole si prefería el té prometido en un principio.


No... Ada prefiere salir un momento a la calle, sin compañía, sin alegría, el alcohol pesa en los pies y en la cabeza. Al abrir la puerta y posar de nuevo su desnudez en la acera Ada nota el dolor agudo, se lleva las manos a la tripa, las encharca en sangre. Todo es presente, presente presente presente.

Aquí y ahora Ada consigue sobreponerse al alcohol gracias al terrible dolor de sus entrañas, la puñalada del estómago no es excesivamente profunda, pero la que se coló entre sus costillas ha dejado la membrana exterior del pulmón muy dañada, si fuerza la respiración todo puede acabar muy deprisa. Sentada en un banco empapado por la lluvia que dejó de caer, Ada lucha contra ella misma, contra la necesidad de respirar más profundamente, con el dolor como muestra más certera de que aún vive, no puede evitarlo y la respiración se acelera hasta explotar y matarla.

Mientras muere Ada aún no sabe quién la ha matado, fue un cuchillo pero, ¿fue ella misma? Así, adentrándose en una oscuridad diferente, Ada Ada Ada, este ha sido el quinto día, algo ocurrió y sabes que fue el quinto día porque no sabes quién provocó el encuentro entre el acero y tu muerte.

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