martes, 22 de septiembre de 2009

cucaracha cosmopolita

Hoy también corría una brisa muy fría al salir de casa. Hace días que el tiempo cambió, pero aún no me he decidido a sacar el abrigo por la mañana. Siempre odié el verano y sin embargo este año me cuesta despegarme de la ropa liviana y el espíritu relajado de las mañanas cálidas.
Cada día cuesta un minuto más despegarse de las mantas y cinco decidir la ropa que será más apropiada, para el trabajo y para el clima. Estaría bien ser uno de esos niños de uniforme, arrastran mochilas con ruedas y pisotean charcos como si todos fueran el mismo.

Hoy he decidido ser también la misma a los demás, es decir, no ser nadie. He metido el brazo en el armario y he sacado una blusa blanca que me regaló mi ex, una falda por debajo de las rodillas y medias de monja. Al mirarme en el espejo casi no podía reconocerme, parecía una enorme cucaracha acosando a un cuarto lleno de orquideas y colores alegres en las estanterías.
Al salir de casa mi complejo de cucaracha se ha ido disolviendo con mis zancadas cortas camino del tren. Mucho antes de llegar a la estación había conseguido hacerme invisible, como un super héroe espiando a los tiburones de Wall Street, transformado en algo parecido a ellos, pero que nadie ve.
Un par de mujeres con tacones han estado a punto de taladrarme el dedo gordo del pie, las he esquivado sin que me sintieran, después un hombre ha chocado contra mi y su carísimo café triple se ha derramado manchándole un poco el pantalón. No me ha dicho nada, parecía creer que había tropezado consigo mismo, incluso se ha dicho "mira que eres imbécil Sebastian". Dos metros más adelante he tenido que girar 45º para coger la calle ancha que me lleva al tren express y un viento helado me ha sorprendido mientras repetía en mi cabeza "Sebastian, Sebastian, Sebastian".
Entonces he pensado en el invierno en el bosque, en los lobos andando sobre la nieve, en ese libro que habla sobre el último invierno de un lobo y me he preguntado si una cucaracha puede convertirse en lobo, aunque sea uno viejo. Si el esqueleto externo puede meterse para dentro y sacar una piel suave y peluda para sustituirlo, un aspecto más majestuoso, más poético y ajeno a los Sebastianes de mi ciudad.
No me entiendan mal, adoro el nombre de "Sebastian", pero pienso que para sobrevivir al frío y al riesgo diario de aplastamiento en el camino al trabajo, deben de ayudar más una piel tupida y una fila de dientes afilados.
Aunque sólo sea para darle a uno más confianza en si mismo y para no tener que dedicar tantos minutos cada mañana a despegar mantas y elegir vestido

2 comentarios:

CarmenS dijo...

¿Una cucaracha? Sí, no había caído en ello pero sí, puedes sentirte una cucaracha pero el que tú te veas así no significa que para los demás lo seas. Si te vieran como tal, echarían a correr. Las cucarachas asustan. No sé por qué razón, pues son inofensivas, pero causan espanto, nervios, rojeces en la piel...
¿No serás invisible? A veces conviene más ser invisible que dar miedo, o grima. Te da más soltura, te permite observar a otros sin que ellos te devuelvan una mirada airada.
Sin embargo, tengo la sospecha de que eres una mariposa que hoy se ha intentado vestir de cucaracha. Es sólo una sospecha.

copperhead dijo...

no no no... cucaracha cosmopolita va a ser una cucaracha de muucho cuidado. me gusta observarla y hablar por su boca. creo que es bastante ruín y que sinceramente desearía ser un lobo, para nada bueno seguramente... ya nos contará ella