domingo, 17 de febrero de 2008

El mundo cambió en siete días II





Amanecía el segundo día con una bruma baja envolviendo los troncos de los árboles, bruma blanca, luz blanca, silencio puro.



Entre las colinas verdes del norte aquel pesar húmedo caminaba docilmente, siguiendo los dictados de la naturaleza, y así, con cada elemento de la mañana cómodamente encajado en su estructura original, desplegó el segundo día sus alas inmaduras. Tumbados en el suelo costaba adivinar el azul del cielo, pero sólo era necesario incorporarse para elevarse por encima de la niebla matinal. Es cosa del diablo poder ver y dejar de ver con tanta facilidad, ahí residía el misterio de aquel segundo día, tan imperceptible dentro del orden natural.




Brilla el sol, y bajo él cada mínima estructura de la Tierra obedece a su silencio interior, las formas que olvidamos al nacer dan sentido a todo lo que conocemos... no te esfuerces en recordar, simplemente sabes lo que significa la palabra árbol sin pensar en ninguno concreto.




El problema surge cuando el segundo día el diablo aparece debajo de la niebla, entonces tu y ellos os preguntáis (yo también lo habría hecho), qué sentido tiene ver, dejar de ver y volver a ver con esa facilidad, en un mismo espacio y sin traspasar ningún muro ni sustancia o cosa lo suficientemente tangible como para merecer "el temor". ¿No es curiosa la niebla?, ella no es nada malo ni oscuro ¡es blanca! y en la mañana, siendo sólo una bruma baja también es pura. ¿Qué temor podría inspirar?




Inspira temor, el diablo suspiró sobre ella para instigarnos, para hacernos dudar siempre hasta de la más leve e inocente bruma que en la mañana flote sobre colinas verdes de Galicia. Tumbados sobre la hierba esa bruma endiablada os cubre como un sudario, un temblor repentino sacude, sacudió el segundo día el cuerpo de todos los que allí estaban tumados como muertos. Bajo la bruma el cielo no es azul, pero al levantarse el azul lo inunda todo, vuelve a ser de día en este mundo de vivos donde el blanco sólo es un "color" más.




Entre el blanco de aquella bruma y el verde de la hierba fría les parecía a los vivos/muertos que el resto de colores hubiesen muerto con ellos. Esos minutos eternos de reflexión atemorizada, clarividente... nunca más se juraban unos a otros, nunca más por favor. Prometed solemnemente que ninguno volveréis a tumbaros para ver aquello... aquello acababa de suceder pero todos hablaban ya como si de una leyenda antigua se tratase




Nunca más... prometed que no lo haréis y que trataréis de olvidar lo que ocurrió






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