miércoles, 30 de julio de 2008

wise up. Aimee Mann


It's not going to stop, so just give up....

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domingo, 27 de julio de 2008

escoger

Estuve esperando tal y como acordamos, esperé durante tres horas junto a la puerta del café sin pensar en mucho más que el reloj, en cada minuto que se me escapaba allí de pie, aguantando tu silencio. Fueron exactamente tres horas hasta que de pronto recordé aquella espera de Godot, el problema es que yo estaba sola... una mujer anciana pasaba de vez en cuando, envuelta en melancolía y arrugas, pero no me hablaba, así que a pesar de nuestros cruces de miradas, ella no estaba conmigo y yo estaba sola.

Fueron tres horas en las que poco a poco fui perdiendo la esperanza sin ira, incluso sin miedo. Al final de ellas, saberme abandonada fue en realidad el principio de mi liberación, a veces las mujeres necesitamos una bofetada de rechazo para tomar la opción correcta, aunque se haya escapado entre los minutos la mejor... para cada instante hay una más correcta que las demás y esa es la que debemos encontrar, sin lamentarnos por las opciones que nos brindaron cuartos de hora más generosos.
Acabaron las tres horas y con ellas mi paciencia, con un suspiro profundo comencé a estudiar las posibilidades que me ofrecía el día, no eran aún las diez de la mañana frente al mercado, aquella reflexión si que me acercó a la ira por un momento, no eran aún las diez y yo llevaba exactamente tres horas esperando como una tonta. Aún servían desayunos en el café, pero es que a mi madrugar tanto me quita el hambre, y estar enfadada también, aunque no pretendía estarlo... No pretendía estarlo, no señor, me decidí por un zumo de naranja y un pequeño bollo para llevar. A la salida la anciana volvió a pasar junto a mi, me miró con tristeza infinita y después dejó sus ojos fijos en el pequeño paquete que escondía el bollo, se lo di sin que lo pidiera y comencé a pasear.
No pretendía estar enfadada, pero lo estaba conmigo misma, andaba deprisa para intentar darme esquinazo, maldita imbécil... Bajé por Laffayete y sin darme cuenta me encontré detrás de la ópera, era el mismo recorrido que llevaba practicando ocho meses, así, sin pensarlo. Ese día sí que lo pensé, pensé en qué demonios hace alguien como yo bajando la misma calle exactamente de la misma manera durante ocho meses, ¿qué? ya.. vagabundear por esta ciudad es algo relativamente natural, pero ocho meses, por aquella calle... siempre había otras, pero es que aquella se repetía cada día, o prácticamente. La espera junto al café no distaba demasiado de aquella rutina extraña, esa rutina también era una espera, la de algún cambio que yo sola no era capaz de provocar porque ni si quiera comprendía lo que hacía al bajar la calle.
Así que me puse a meditar sobre cada una de las cosas que llevaba como rutina aquellos meses, el vagabundo, ¿es alguien sin objetivos? yo lo era, de vez en cuando se presentaba una ocasión digna de ser marcada en un diario, pero por lo general esa forma de caminar por la ciudad tantas horas... eso era simplemente la ausencia de objetivos, la espera constante de señales que me indicasen hacia donde tirar, dónde vivir, cómo hacerlo, de qué. ¿De qué? buena pregunta, de la caridad supongo, de la de los familiares o los amigos, de la de la anciana que me había cruzado tantas veces aquella mañana; de todo el que quisiera prestarme su mirada en algún momento.
Normalmente la gente no quiere, o necesita "algo" en momentos que una no es capaz de ofrecer nada, total, que la mayor parte de esas miradas directas, las que te alivian recordándote que no estás sola en el mundo, la mayoría se pierde por culpa de alguien.

Aquella mañana escogí comprar una entrada en la taquilla de la ópera, de las más baratas, pero sólo una. Se me ocurrió que podía ser una buena manera de enfrentarme a toda la situación, es decir, a la soledad.

No me equivoqué

sábado, 26 de julio de 2008

Pedro y Angel







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http://www.goear.com/listen.php?v=0bad603

http://www.goear.com/listen.php?v=aaa5ec5

No podía dejar de ponerlas... son las tres que más me han gustado de esta curiosa colaboración entre Pedro Guerra y Angel Gonzalez... A ver si tengo tiempo de escribir algo de mi propia cosecha.

Buenos días a todos

viernes, 25 de julio de 2008

la cosa sigue entre canciones, sí, de Pedrito... "Me basta así"

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si yo fuese dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti

lo probaría a la manera de los panaderos cuando prueban el pan,

es decir, con la boca...

tanta atención, pongo tanta atención cuando te beso...

Si yo fuese Angel González...

estas pequeñeces devuelven la fe en la poesía, en la vida, y la mantienen firme en Angel

a pesar de la soledad

jueves, 24 de julio de 2008

que tinguem sort...

Y por si acaso no se oye... http://www.goear.com/listen.php?v=b837b36

june entre mis dedos




June era peligrosa, pero no cruel. Además, el peligro es subjetivo...

La pauvre June, la pauvre Anaïs... no hay piedad para ellas, cada una con su carga.

Él decía que ella había sido la culpable de todo, la que le había abandonado. Imagina por un segundo que no fue así, que tanto misterio y aire de vampiresa, de las que clavan los comillos y hacen brotan la sangre del cuello, que todo eso sólo estaba en la cabeza de los hombres (y de algunas mujeres).
Claro que interpretaba un papel, como todos, lo que pasa es que ella se sabía el suyo a la perfección y no cometía errores ni en las palabras ni en la imagen.
Un, dos, tres, mano de hombre acercándose dubitativa hacia su piel. Cuatro, cinco, seis, respuesta firme, tierna.. y ya está, ahora ella es la culpable, pero.. ¿quién comenzó el juego?



Algo de Valente para comprender mejor...



EL DESEO ERA UN PUNTO INMÓVIL...
Los cuerpos se quedaban del lado solitario del amor
como si uno a otro se negasen sin negar el deseo
y en esa negación un nudo más fuerte que ellos mismos
indefinidamente los uniera.


¿Qué sabían los ojos y las manos,
qué sabía la piel, qué retenía un cuerpo
de la respiración del otro, quién hacía nacer
aquella lenta luz inmóvil
como única forma del deseo?


jOSÉ aNGEL vALENTE.





martes, 22 de julio de 2008

Sexto día

Al morir uno puede verse reflejado dentro de sus propias pupilas, echar un último vistazo hacia el interior, tal vez obtener un punto de vista nuevo sobre uno mismo... Probablemente tienen lugar dos vistazos, uno primero hacia afuera que encuadra la tragedia en su escenario y uno segundo hacia dentro con el que el proyecto de cadáver comienza su inmersión hacia la pérdida de consciencia.


Mi sexto día es un silencio, no la muerte. En este sexto día sólo hay silencio, coger aire hasta llenar los pulmones y la contención del aire en ellos.

Silencio, mi sexto día es silencio,
silencio con todos los sentidos alerta
pero sin temor.

Señora, en el sexto día no muere nadie, pero tenga muy presente lo que acaba de escuchar, cada palabra, porque ese día sólo oirá el silencio y sentirá sed.

mañanas de tedio

con un ojo puesto en el próximo cuatrimestre y el otro en París...
Jardines de luxemburgo a las ocho de la mañana, jersey y brazos apretados para espantar la brisa que en realidad agrada, pasar junto al estanque para comprobar cuantos patos hay, si aún están dormidos...

No hay mucho que hacer aquí

domingo, 20 de julio de 2008

el fabricante de alas de mariposa

Alas como manos, tu belleza se acabó

mmmm... creo que no se escucha, a ver si así: http://www.goear.com/listen.php?v=790ef38

sábado, 19 de julio de 2008

curiosas conversaciones

- ¿Qué has hecho esta noche?
- Esta noche... he matado a Ada... ¿y tu? ¿qué has hecho esta noche?
- Yo... esta noche... he tenido un sueño muy extraño...
- Que rara eres...
-En fin....

pues eso...

jueves, 17 de julio de 2008

Henry Miller. Los años en París

"La amistad entre Fred y Henry pronto se transformó en una especie de simbiosis o -como Henry la llamó- en una "asociación íntima". Ella debía asegurar su subsistencia y satisfacer tres de sus preocupaciones principales: comer, hacer el amor y escribir"

Si señor... muchas gracias por la lectura dopo

martes, 15 de julio de 2008

Q.G

"Soy un mar de curvas y paisajes eléctricos"

Q.G

sábado, 12 de julio de 2008

con un vestido blanco de escayola (Diego y yo)

sin cuerdas que la aten a la cama,
sólo el vestido blanco de escayola
las entrañas envueltas en escayola,
cada órgano, la columna también.

Tiene mirada marchita,
llemas arrugadas por el dolor,
duele por dentro y por fuera,
duele el aire como sin quemase los pulmones

Duele al comer, no puede hacerlo,
sólo alivian el agua y el vino,
el vino... desentumece el corazón
para vestirlo de fiesta, la fiesta de tu entierro

Juremos aquí y ahora que sólo seremos amigos
camaradas, colegas y eternamente amigos
juremoslo brindando, moja la punta de los dedos
los lameremos juntos, yo seré el hombre
tu serás ella, tu entierro queda cerca...

no pienses mal amor, sólo es mi dolor, hay cosas que duelen mucho más que la propia muerte... estas son algunas

jueves, 10 de julio de 2008

estábamos cerca

Estábamos cerca, a tres metros exactamente. Presentía tu cuerpo detrás de mi, aunque no miré hacia atrás, como en aquel cuento de la mitología griega, temía que desaparecieses si miraba atrás.

Veía mis brazos a ambos lados, encuadrando mi tronco, separándome de la gente. Ahora soy yo sola, me dije, soy yo y nadie más. Aunque otros se besen, a mi sólo me rodean estos brazos lánguidos, tristes. Soñaba con que andabas esos tres metros y me alcanzabas, cogías mis brazos y me besabas el cuello con delicadeza, pensaba en tu mano parcialmente iluminada, en como la había mirado minutos antes con toda la intensidad de la que era capaz para intentar atraerla hasta mi.

La miraba, no te haces una idea de como la miraba; veía como se extendía desde tu cintura hasta mi hombro, como comenzaba a acariciar mi cuerpo eliminando cualquier prenda que se cruzara a su paso. Es preciso eliminarlas para que ella acceda a algunos secretos con caricias cuidadosas pero valientes. Toda mi valentía se ahogaba en mi mirada, yo la mantuve fija en tus dedos hasta que cambiaste de posición, yo miré aquellos dedos alargados estudiando sus posibles movimientos al igual que en una partida de ajedrez: si tu das medio paso hacia la izquierda, yo daré un cuarto hacia la derecha y cuando mi distanciamiento te ofenda, cuando acerques un octavo contratacaré con medio paso completo... pero los dedos no cambiarán de postura. Ellos son la reina, que se guarda cualquier movimiento hasta que no es estrictamente necesario el darlo para ganar la partida.
La partida....

miércoles, 9 de julio de 2008

producto de taller

Puede que sea un poco largo para el blog... pero ahí va


Hoy, al igual que todos los días anteriores desde hace semanas, salgo a pasear al atardecer para intentar ordenar las estrategias de futuro, de ese futuro inmediato que acecha y presiona obligándome a tomar decisiones más o menos rápidas. El paseo comienza de la misma manera que la mayoría de las anteriores, con la misma dirección y el pensamiento de que sería bueno buscar rutas alternativas.
Aún así, al cruzar el primer paso de cebra, me doy cuenta de que una vez más camino hacia el sur, las opciones se cierran. El bochorno aún es intenso y a pesar de la presencia de algunas nubes amplias, el sol se filtra hasta la acera, tamizado pero violento.
Raimundo Fernández Villaverde no es opción bajo tales condiciones, con esto se cierran prácticamente las puertas del paseo por Chamberí y ya sólo quedan dos; el calor es tan intenso que no me veo capaz de superar el primer tramo de Castellana, subo directa hacia las frondosas calles del viso y rápidamente me encuentro junto a aquella Residencia de Estudiantes ilustres.
Durante todo el camino hasta allí mi dirección va variando en función de circunstancias a las que reacciono casi inconscientemente, dedico toda mi atención a las estrategias repetidas mentalmente día tras días con pequeñas variaciones que las van transformando en cada paseo, la estrategia de hoy ya casi no es ni la sombra de la de hace un par de semanas. Sin embargo allí, junto a la Residencia, con la embajada japonesa un poco más abajo, mis pies hacen crujir la acera por causa de unas hojas secas de pino, no me gustan demasiado los pinos en Madrid, pero este día, al pisar sus hojas afiladas me viene al recuerdo un lugar donde éstos árboles sí tenían sentido.
Recuerdo un bosque espeso de pinos frente a la casa de la Adrada y algunos de ellos desperdigados por nuestro jardín. Recuerdo el pequeño limonero que mi padre plantó para celebrar el nacimiento de mi hermano mayor, cuando yo tenía cuatro años aquel limonero aún era más bajo que yo. Saber que aquel árbol celebraba el nacimiento de mi hermano siempre me hizo sentir celos.
Recuerdo los baños en la pequeña piscina hinchable que mi padre preparaba para nosotros, precisamente entre el limonero y el almacén descubierto de la leña; sobre aquel suelo de piedra que se cubría siempre de hojas de pino secas, exactamente iguales a éstas.
Recuerdo como jugábamos dentro de la piscina con el barco pirata de los clics, el olor de los árboles, de la savia, de los geranios bien cuidados en la gran terraza, tan grande que podíamos montar en triciclo o bici allí arriba.
Recuerdo el sillón rojo en el que mi abuelo pasaba horas, en la misma terraza. Un día en que estaba algo consipado comenzó a toser y yo le miré extrañada; cuando vi su cara contraerse justo antes de toser deseé que estornudara y al escuchar su tos no pude evitar sentirme decepcionada, ¿por qué no has hecho “achus” abuelo?, a esa pregunta prosiguió una explicación sobre las diferencias entre toser y estornudar. Es uno de los pocos recuerdos que guardo de él, sólo le acompañan una tarde jugando con un globo en el salón de casa y la imagen de sus enormes zapatos, creo que calzaba más de un 50.
Al pisar las hojas de pino y recordar todos esos momentos en la casa de la Adrada, el barco pirata, el almacén de leña, el olor de los geranios, hasta las natillas royal que mi madre me dejaba ayudarle a preparar… me viene también a la mente ese grupo de fotografías que guardo dentro de un pequeño bloc de notas, esas en las que mi abuelo, su hermano y mi padre sostienen por turnos, de dos en dos, al peluche gigante de oso panda que el tío abuelo Federico trajo de Sudamérica en avión. Aquel oso gigante desapareció cuando yo era aún muy pequeña, él también vivía en la Adrada, como Federico. Un día estaba entado en su jardín, contiguo al nuestro y me recuerdo a mi misma delante del coloso peludo sin atreverme a tocarlo; mi madre me había advertido de que estaría lleno de bichos que me picarían si lo tocaba, yo imaginaba que, literalmente, aquel oso estaba relleno de bichos peligrosos. Puede que en un arrebato de valentía me aventurase a rozarlo, de eso ya no me acuerdo.
Meto la mano en el bolso y palpo lo que parece ser el bloc de notas, debí meterlo aquí el martes pasado. Al abrirlo aparecen de nuevo las fotos, tal como las recordaba, piso pedazos de pino seco mientras miro los que guardaba en la memoria, a partir de ahora tendré en mejor estima a los pinos madrileños. Entre las fotos, una que no recordaba, Jeremías!! Me parece increíble que exista esta foto, Jeremías era el burro que vivía tras la tapia del jardín, todos mis recuerdos sobre él parecen sacados de un buen cuento para niños. Jeremías era muy consciente, cuando llegaba el fin de semana, de que con esos días de asueto estaríamos juntos, yo le daría clases con mi pizarra rápidamente heredada de un hermano que la ignoraba, le daría trozos de pan duro, le acariciaría las orejas y el morro sin miedo.
Cuando terminaba de engullir los trozos de pan duro que le daba, se afanaba en aspirar las migas más pequeñas que hubiesen quedado sobre la tapia, normalmente acompañadas de algunas hormigas desgraciadas que habían acudido a la llamada del pan. La cruz blanca de su frente (también por la noche, en la oscuridad), las moscas que se posaban en una esquina de su ojo, sus orejas suaves, la forma de aspirar pan y hormigas sin querer, hormigas, hojas de pino… no puedo dejar de hacerlas crujir bajo mis pies para mantener vivas todas aquellas cosas

jueves, 3 de julio de 2008

yo y nada

la cuerda de mi guitarra


hay una abeja que se posa aquí,
sobre la abeja un susurro quieto, seco

abre las alas como labios y acecha a una nota,
atrapa el silencio

la almendra cae sobre la madera y gira sobre si misma durante dos minutos
cuando termina, la abeja se posa encima,
labios/alas en vibración extática
aprisionan el silencio cuando cesa el movimiento